Desde el momento en que una cosa ha sido escrita, o puede escribirse y razonarse acerca de ella, ha cambiado de naturaleza para volverse tangible.
Las palabras son pensamientos organizados, así como las formas vivas son acciones organizadas.
Hubo un tiempo en que el lenguaje era una proeza tan rara como la escritura en los tiempos en que ésta se inventó. Probablemente hablar estaba en un principio reservado a unos pocos sabios, tal como escribir en la Edad Media, y se fue generalizando de modo gradual.
Queremos que las palabras hagan más de lo que pueden hacer.
La palabras son como el dinero; no hay nada más inútil, salvo cuando le damos uso.
Un joven autor suele estar tentado a dejar todo lo que ha escrito, por miedo a no haber dicho lo suficiente en caso de ponerse a cortar. Pero es más fácil ser extenso que ser breve.
El mayor secreto de las buenas obras musicales, literarias o pictóricas reside en que no ambicionan demasiado; si se nos pregunta “¿qué es demasiado?”, la respuesta es: “todo lo que nos parece arduo o poco placentero”. Si apreciar o entender una obra se vuelve una labor y no un placer, la dificultad es excesiva.
No hay que andar a la caza de los temas. Hay que dejar que estos nos elijan a nosotros.
Mis libros, yo no los hago. Crecen. Vienen y me piden con insistencia que los escriba.
El estilo, en cualquier disciplina artística, debería ser como la ropa y llamar la atención lo menos posible.~
Samuel Butler (1835-1902). Extractos de The Note-Books of Samuel Butler. Selección y traducción de Eduardo Berti.
domingo, 23 de octubre de 2011
Escribir según Karl Kraus
Hay dos clases de escritores: los que lo son y los que no lo son. En el caso de los primeros, el fondo y la forma van de la mano como el cuerpo y el alma; en el caso de los segundos, el fondo y la forma van de la mano como el cuerpo y un traje.
Imposible imitar o plagiar a un escritor cuyo arte reside en las palabras. Habría que tomarse el trabajo de copiar su obra entera.
Hay que leer dos veces a todos los escritores, a los buenos y a los malos. A unos se los reconoce de este modo; a los otros se los desenmascara.
La suma de las ideas de un texto literario debe ser el fruto de una multiplicación, no de una adición.
Un signo de falta de talento literario es decir todas las cosas con la misma entonación y la misma distancia.
Entre los que ya no se entienden y los que se entienden demasiado por ser obvios, raros son los viejos libros que conservan un contenido vital.
Habría que escribir siempre como si fuese la primera y la última vez. Decir tanto como si uno se estuviera despidiendo, pero decirlo tan bien como si uno estuviera dando sus primeros pasos.
Extractos de los Aforismos de Karl Kraus (1874-1936).
Imposible imitar o plagiar a un escritor cuyo arte reside en las palabras. Habría que tomarse el trabajo de copiar su obra entera.
Hay que leer dos veces a todos los escritores, a los buenos y a los malos. A unos se los reconoce de este modo; a los otros se los desenmascara.
La suma de las ideas de un texto literario debe ser el fruto de una multiplicación, no de una adición.
Un signo de falta de talento literario es decir todas las cosas con la misma entonación y la misma distancia.
Entre los que ya no se entienden y los que se entienden demasiado por ser obvios, raros son los viejos libros que conservan un contenido vital.
Habría que escribir siempre como si fuese la primera y la última vez. Decir tanto como si uno se estuviera despidiendo, pero decirlo tan bien como si uno estuviera dando sus primeros pasos.
Extractos de los Aforismos de Karl Kraus (1874-1936).
Escribir según Somerset Maugham
El lector de una novela debe querer saber qué le va a pasar enseguida a los personajes en los que el autor lo ha interesado y, si no lo hace, no hay razón ninguna para que lea la novela del todo. Porque la novela, no me cansaré de repetirlo, no debe ser considerada un medio de instrucción o de enseñanza, sino una fuente de diversion inteligente.
No se debe escribir, por supuesto, como se habla; tampoco hablar como se escribe. No obstante, la lengua escrita sólo tiene vida y vitalidad en la medida en que se base con firmeza en el lenguaje corriente.
Somerset Maugham retratado por Graham Sutherland, 1949 (©Tate)
Así como en una novela no se pueden reproducir las conversaciones exactamente como tienen lugar en la vida real, sino que tienen que ser comprendidas de modo que sólo se den los puntos esenciales, concisa y claramente, de igual modo los hechos tienen que estar sujetos a cierta deformación para que estén de acuerdo con el plan del autor y mantegan así la atención de lector. Deben omitirse los incidentes no pertinentes; deben evitarse las repeticiones (y Dios sabe que la vida está llena de repeticiones); las ocurrencias y los acontecimientos que en la vida real estarían separados por un lapso de tiempo tienen, a menudo, que ser aproximados. Ninguna novela está enteramente libre de improbabilidades y los lectores se han acostumbrado tanto a las más usuales que las aceptan como cosas rutinarias. El novelista no puede hacer una transcripción real de la vida, nos pinta un cuadro que, si es un realista, trata de hacer parecido a la vida; y si creemos en él, es que él ha tenido éxito.
William Somerset Maugham, Diez novelas y sus autores
(Traducción de Nicolás Suescún, Grupo editorial Norma)
No se debe escribir, por supuesto, como se habla; tampoco hablar como se escribe. No obstante, la lengua escrita sólo tiene vida y vitalidad en la medida en que se base con firmeza en el lenguaje corriente.
Somerset Maugham retratado por Graham Sutherland, 1949 (©Tate)
Así como en una novela no se pueden reproducir las conversaciones exactamente como tienen lugar en la vida real, sino que tienen que ser comprendidas de modo que sólo se den los puntos esenciales, concisa y claramente, de igual modo los hechos tienen que estar sujetos a cierta deformación para que estén de acuerdo con el plan del autor y mantegan así la atención de lector. Deben omitirse los incidentes no pertinentes; deben evitarse las repeticiones (y Dios sabe que la vida está llena de repeticiones); las ocurrencias y los acontecimientos que en la vida real estarían separados por un lapso de tiempo tienen, a menudo, que ser aproximados. Ninguna novela está enteramente libre de improbabilidades y los lectores se han acostumbrado tanto a las más usuales que las aceptan como cosas rutinarias. El novelista no puede hacer una transcripción real de la vida, nos pinta un cuadro que, si es un realista, trata de hacer parecido a la vida; y si creemos en él, es que él ha tenido éxito.
William Somerset Maugham, Diez novelas y sus autores
(Traducción de Nicolás Suescún, Grupo editorial Norma)
Escribir según La Bruyère
Todo autor, para escribir con claridad, debe ponerse en el lugar de sus lectores, examinar su propia obra como algo que le fuera extraño, como algo que lee por primera vez, como si le resultara ajeno y se lo enviara otro autor para someterlo a juicio ; y persuadirse después de que se le comprende no porque él se entiende a sí mismo, sino porque en verdad es inteligible.
Todo el ingenio de un autor consiste en definir y en pintar bien. Homero, Platón, Virgilio y Horacio no aventajan a otros escritores más que por sus expresiones e imágenes. Es necesario expresar lo verdadero para escribir natural, intensa, delicadamente.
Jean de la Bruyère (1645-1696) : « Los caracteres o Las costumbres de este siglo »
Todo el ingenio de un autor consiste en definir y en pintar bien. Homero, Platón, Virgilio y Horacio no aventajan a otros escritores más que por sus expresiones e imágenes. Es necesario expresar lo verdadero para escribir natural, intensa, delicadamente.
Jean de la Bruyère (1645-1696) : « Los caracteres o Las costumbres de este siglo »
Escribir según Julio Ramón Ribeyro
Una nueva forma de narrar no implica necesariamente innovaciones espectaculares de carácter técnico o verbal sino un simple desplazamiento de la óptica. El asunto consiste en encontrar el ángulo novedoso que nos permita una aprehensión inédita de la realiad. Pienso particularmente en el caso de Kafka –por oposición a Joyce.
Yo establezco una diferencia muy nítida entre escribir y publicar. Escribir es para mí un asunto personal, una tarea que me impongo porque me agrada o me distrae o me impulsa a seguir viviendo. Publicar, en cambio, es un fenómeno diferente, una gestión que encomiendo a otra parte de mi ser, el administrador, bueno o mal, que todos tenemos dentro.
Escribir es inventar un autor a la medida de nuestro gusto.
Textos correspondientes al magnífico y muy recomendable diario personal del escritor peruano Julio Ramón Ribeyro: “La tentación del fracaso” (diario 1950-1978), Seix Barral, 2003.
Yo establezco una diferencia muy nítida entre escribir y publicar. Escribir es para mí un asunto personal, una tarea que me impongo porque me agrada o me distrae o me impulsa a seguir viviendo. Publicar, en cambio, es un fenómeno diferente, una gestión que encomiendo a otra parte de mi ser, el administrador, bueno o mal, que todos tenemos dentro.
Escribir es inventar un autor a la medida de nuestro gusto.
Textos correspondientes al magnífico y muy recomendable diario personal del escritor peruano Julio Ramón Ribeyro: “La tentación del fracaso” (diario 1950-1978), Seix Barral, 2003.
Escribir segun Guillermo SAMPERIO
Escribo de manera irreflexiva porque entiendo que los textos se prefiguran dentro de uno y lo importante es hacer contacto con ellos. El escritor cubano José Lezama Lima decía que el escritor anda vagando en silencio, sin escribir, hasta que en un momento dado se topa con lo que él llamó "dinámica oscura", la cual se encuentra dentro del escritor. La ventaja de esta dinámica oscura, según Lezama, es que cuando entras en contacto con ella, encuentras ya un universo de lenguaje, las imágenes y las formas literarias, todo prefigurado. Al momento de la escritura en sentido estricto yo le llamo figuración. En cuanto tengo la primera versión del texto, lo leo y veo sus fallas, y lo rescribo de inmediato. Luego lo dejo descansar un par de meses, con lo cual tomo distancia emotiva de él y lo vuelvo a rescribir. Hay textos que requieren más de tres rescrituras.
Quien quiere escribir cuentos necesita conocer las bases fundamentales de la escritura de los mismos; sin embargo, soy de la idea de que en el momento de la escritura el cuentista tiene que olvidarse de la teoría y dejar fluir el texto porque lo que ha aprendido sobre la cuentística irá incorporándose mientras el autor va escribiendo. Asímismo la teoría le va a ser de mucha utilidad para las inevitables varias correcciones que hará del cuento.
El buen cuentista nunca entrega los datos de la historia totalmente, con el fin de que el lector participe en la creación del cuento; sin embargo, no puede estar falto de acciones.
El escritor de cuentos no sólo debe tener un laboratorio de poesía sino ser un gran lector de la misma pues la poesía es el género más cercano a la cuentística. Un verso es sintético, tiene musicalidad y contiene una idea en tan sólo siete silabas, por ejemplo; el cuento, en la práctica, una vez reelaborado varias veces y escuchado por el autor por alguien que se lo lee en voz alta para detectar las fallas musicales lo que entrega al editor es una partitura que contiene una historia a la cual llamamos cuento. Los poemas que el cuentista escribe en su laboratorio no es necesario que los publique, ya que son ejercicios.
No escribo para nadie en específico, pero entiendo bien que cuando el texto se va escribiendo él ya va buscando a sus lectores. Soy consciente de que cuando escribo no debo meterme en el territorio del lector; es decir, entre texto y lector existe una frontera invisible que el escritor debe respetar. Me refiero a no escribir cosas que el lector va a deducir por sí mismo, sin ayuda del texto.
Conceptos vertidos en una entrevista realizada por Joseph B. Macgregor y en otra realizada por Yolanda Sassoon, en ocasión de la edición de "Cómo se escribe un cuento. 500 tips para nuevos cuentistas del siglo XXI", de Guillermo Samperio (México, 1948), editorial Berenice, 2008.
Quien quiere escribir cuentos necesita conocer las bases fundamentales de la escritura de los mismos; sin embargo, soy de la idea de que en el momento de la escritura el cuentista tiene que olvidarse de la teoría y dejar fluir el texto porque lo que ha aprendido sobre la cuentística irá incorporándose mientras el autor va escribiendo. Asímismo la teoría le va a ser de mucha utilidad para las inevitables varias correcciones que hará del cuento.
El buen cuentista nunca entrega los datos de la historia totalmente, con el fin de que el lector participe en la creación del cuento; sin embargo, no puede estar falto de acciones.
El escritor de cuentos no sólo debe tener un laboratorio de poesía sino ser un gran lector de la misma pues la poesía es el género más cercano a la cuentística. Un verso es sintético, tiene musicalidad y contiene una idea en tan sólo siete silabas, por ejemplo; el cuento, en la práctica, una vez reelaborado varias veces y escuchado por el autor por alguien que se lo lee en voz alta para detectar las fallas musicales lo que entrega al editor es una partitura que contiene una historia a la cual llamamos cuento. Los poemas que el cuentista escribe en su laboratorio no es necesario que los publique, ya que son ejercicios.
No escribo para nadie en específico, pero entiendo bien que cuando el texto se va escribiendo él ya va buscando a sus lectores. Soy consciente de que cuando escribo no debo meterme en el territorio del lector; es decir, entre texto y lector existe una frontera invisible que el escritor debe respetar. Me refiero a no escribir cosas que el lector va a deducir por sí mismo, sin ayuda del texto.
Conceptos vertidos en una entrevista realizada por Joseph B. Macgregor y en otra realizada por Yolanda Sassoon, en ocasión de la edición de "Cómo se escribe un cuento. 500 tips para nuevos cuentistas del siglo XXI", de Guillermo Samperio (México, 1948), editorial Berenice, 2008.
Escribir según Walt Whitman
Un escritor no puede hacer nada más necesario ni más satisfactorio por los hombres que revelarles las posibilidades infinitas de sus almas.
Casi todas las obras de arte cansan. Sólo las grandes obras maestras no cansan nunca y jamás deslumbran de entrada.
Cuando uno escribe, nada confunde más que los consejos. Si alguien desea tener en claro lo que está haciendo debe, ante todo, jurar que nunca seguirá ningún consejo.
Frases de Walt Whitman, recogidas por Horace Traubel en su libro "With Walt Whitman in Camden" (conversaciones con el poeta).
Casi todas las obras de arte cansan. Sólo las grandes obras maestras no cansan nunca y jamás deslumbran de entrada.
Cuando uno escribe, nada confunde más que los consejos. Si alguien desea tener en claro lo que está haciendo debe, ante todo, jurar que nunca seguirá ningún consejo.
Frases de Walt Whitman, recogidas por Horace Traubel en su libro "With Walt Whitman in Camden" (conversaciones con el poeta).
Escribir según Joseph Joubert
Escribiendo demasiado arruinamos nuestro espíritu; no escribiendo, lo oxidamos.
Cuando se escribe con facilidad siempre se cree contar con más talento del que se tiene.
Sólo se debe emplear en un libro la dosis de ingenio que se requiere, pero en la conversación se puede emplear más de la que se requiere.
Para escribir bien se necesita una facilidad natural y una dificultad adquirida.
Hay que ser profundos en términos claros y no en términos oscuros.
Lo que acarrea todos los males a nuestra literatura se halla en que nuestros sabios tienen poco ingenio y nuestros hombres de ingenio no son sabios.
Sólo buscando las palabras se encuentran los pensamientos
Las palabras son como el vidrio; oscurecen todo aquello que no ayudan a ver mejor
Antes de emplear una palabra hermosa hazle un sitio.
Ciertos escritores se crean noches artificiales para dar un aspecto de profundidad a su superficie y más relumbre a sus luces mortecinas
Son buenas obras sólo aquellas que han sido durante mucho tiempo, si no trabajadas, al menos soñadas.
Joseph Joubert (1754-1824 ), “Sobre arte y literatura” (Periférica, 2007), traducción de Luis E. Rivera a partir de la selección y edición póstuma que hiciera Chateaubriand , amigo de Joubert.
Cuando se escribe con facilidad siempre se cree contar con más talento del que se tiene.
Sólo se debe emplear en un libro la dosis de ingenio que se requiere, pero en la conversación se puede emplear más de la que se requiere.
Para escribir bien se necesita una facilidad natural y una dificultad adquirida.
Hay que ser profundos en términos claros y no en términos oscuros.
Lo que acarrea todos los males a nuestra literatura se halla en que nuestros sabios tienen poco ingenio y nuestros hombres de ingenio no son sabios.
Sólo buscando las palabras se encuentran los pensamientos
Las palabras son como el vidrio; oscurecen todo aquello que no ayudan a ver mejor
Antes de emplear una palabra hermosa hazle un sitio.
Ciertos escritores se crean noches artificiales para dar un aspecto de profundidad a su superficie y más relumbre a sus luces mortecinas
Son buenas obras sólo aquellas que han sido durante mucho tiempo, si no trabajadas, al menos soñadas.
Joseph Joubert (1754-1824 ), “Sobre arte y literatura” (Periférica, 2007), traducción de Luis E. Rivera a partir de la selección y edición póstuma que hiciera Chateaubriand , amigo de Joubert.
Escribir según Theodor Adorno
Primera medida precautoria del escritor: observar en cada texto, en cada pasaje, en cada párrafo si el motivo central aparece suficientemente claro. El que quiere expresar algo se halla tan embargado por el motivo, que se deja llevar sin reflexionar sobre él. Se está "con el pensamiento" demasiado cerca de la intención y se ovida decir lo que se quiere decir.
Ninguna corrección es tan pequeña o baladí como para no realizarla. Entre cien cambios, cada uno aisladamente podrá parecer pueril o pedante, pero juntos pueden determinar un nuevo nivel del texto.
Cuando muchas frases parecen variaciones de la misma idea, a menudo simplemente significan diferentes tentativas de plasmar algo de lo que el autor aún no es dueño. En cuyo caso debe elegirse la mejor formulación y con ella seguir trabajando.
El escritor no puede aceptar la distinción entre expresión bella y expresión exacta. Ni debe creerla en el receloso crítico ni tolerarla en sí mismo. Si consigue decir lo que piensa, en ello hay ya belleza.
El fárrago no es ningún bosque sagrado. Siempre es un deber eliminar las dificultades, que sólo surgen de la comodidad en la autocomprensión.
Theodor W. Adorno, "Minima moralia"
Ninguna corrección es tan pequeña o baladí como para no realizarla. Entre cien cambios, cada uno aisladamente podrá parecer pueril o pedante, pero juntos pueden determinar un nuevo nivel del texto.
Cuando muchas frases parecen variaciones de la misma idea, a menudo simplemente significan diferentes tentativas de plasmar algo de lo que el autor aún no es dueño. En cuyo caso debe elegirse la mejor formulación y con ella seguir trabajando.
El escritor no puede aceptar la distinción entre expresión bella y expresión exacta. Ni debe creerla en el receloso crítico ni tolerarla en sí mismo. Si consigue decir lo que piensa, en ello hay ya belleza.
El fárrago no es ningún bosque sagrado. Siempre es un deber eliminar las dificultades, que sólo surgen de la comodidad en la autocomprensión.
Theodor W. Adorno, "Minima moralia"
Escribir según P. D. James
Una de las funciones del contexto es aportar verosimilitud al relato, una función de especial importancia en la narrativa de misterio donde suelen acontecer sucesos extraños, dramáticos o terroríficos que deben situarse en lugares muy tangibles donde el lector pueda entrar como entraría a una estancia conocida. Si nos creemos el lugar, podremos creernos los personajes. Además, el contexto puede establecer desde el primer capítulo la atmósfera de la novela, ya sea de suspense, terror, miedo, amenaza o misterio.
Una de las primeras decisiones que tiene que tomar un novelista, tan importante como la elección del lugar, es el punto de vista. De quién será la mente, los ojos y los oídos a través de los que nosotros, los lectores, participamos en la trama.
El narrador en primera persona tiene la ventaja de la cercanía y de la identificación y la empatía del lector con aquel cuya voz está oyendo. También puede contribuir a la verosimilitud del relato, dado que es más probable que el lector suspenda su incredulidad en los giros más inverosímiles de la trama si escucha la explicación de boca de la persona más implicada. (...) Sin embargo, la desventaja del narrador en primera persona es que el lector sólo sabe lo que se sabe el narrador, sólo ve a través de sus ojos y sólo experimenta sus vivencias; por eso, por lo general, su uso es más apropiado en los thrillers de acción que en la narrativa detectivesca.
P. D. James: "Todo lo que sé sobre novela negra" (Ediciones B)
Una de las primeras decisiones que tiene que tomar un novelista, tan importante como la elección del lugar, es el punto de vista. De quién será la mente, los ojos y los oídos a través de los que nosotros, los lectores, participamos en la trama.
El narrador en primera persona tiene la ventaja de la cercanía y de la identificación y la empatía del lector con aquel cuya voz está oyendo. También puede contribuir a la verosimilitud del relato, dado que es más probable que el lector suspenda su incredulidad en los giros más inverosímiles de la trama si escucha la explicación de boca de la persona más implicada. (...) Sin embargo, la desventaja del narrador en primera persona es que el lector sólo sabe lo que se sabe el narrador, sólo ve a través de sus ojos y sólo experimenta sus vivencias; por eso, por lo general, su uso es más apropiado en los thrillers de acción que en la narrativa detectivesca.
P. D. James: "Todo lo que sé sobre novela negra" (Ediciones B)
Escribir según Gao Xingjian
Considero que el escritor sólo es responsable ante su lenguaje.
Sólo me rijo por un principio: soy el que se sirve de la lengua y no la lengua la que se sirve de mí. Si busco un lenguaje propio es para expresar con mayor precisión mis sensaciones y no para permitir que el lenguaje juegue conmigo.
La lengua literaria debería poder leerse en voz alta, es decir, tendría que depender no sólo de la letra, sino del oído, pues el sonido es el alma de la lengua: aquí radica la diferencia entre el arte del lenguaje y el oficio de la composición literaria.
No creo que para innovar haya que negar la tradición; la tradición está ahí, y todo depende de cómo se entienda, de cómo se emplee.
La literatura no es una simple copia de la realidad, pues atraviesa las capas superficiales para penetrar hasta su mismo fondo; revela lo que es falsa apariencia y, remontándose a las alturas, navega por encima de las ideas comunes para mostrar, con visión macroscópica, las particularidades y pormenores de la situación.
La literatura no intenta en absoluto subvertir, sino descubrir y revelar la verdad de un mundo que el hombre o bien raramente puede conocer, o bien apenas conoce, o bien cree conocer y en realidad no conoce.
Gao Xingjian: "En torno a la literatura" (El Cobre, 2003). Traducción de Laureano Ramírez.
Sólo me rijo por un principio: soy el que se sirve de la lengua y no la lengua la que se sirve de mí. Si busco un lenguaje propio es para expresar con mayor precisión mis sensaciones y no para permitir que el lenguaje juegue conmigo.
La lengua literaria debería poder leerse en voz alta, es decir, tendría que depender no sólo de la letra, sino del oído, pues el sonido es el alma de la lengua: aquí radica la diferencia entre el arte del lenguaje y el oficio de la composición literaria.
No creo que para innovar haya que negar la tradición; la tradición está ahí, y todo depende de cómo se entienda, de cómo se emplee.
La literatura no es una simple copia de la realidad, pues atraviesa las capas superficiales para penetrar hasta su mismo fondo; revela lo que es falsa apariencia y, remontándose a las alturas, navega por encima de las ideas comunes para mostrar, con visión macroscópica, las particularidades y pormenores de la situación.
La literatura no intenta en absoluto subvertir, sino descubrir y revelar la verdad de un mundo que el hombre o bien raramente puede conocer, o bien apenas conoce, o bien cree conocer y en realidad no conoce.
Gao Xingjian: "En torno a la literatura" (El Cobre, 2003). Traducción de Laureano Ramírez.
Escribir según Edmond Jabès
Creo que un escritor es responsable incluso de lo que no escribe.
El texto se abre al texto a través de la pregunta que se hace y que nos hace.
Responde –o intenta responder– a nustra espera respondiendo de sí.
La práctica del texto es práctica del ser.
Ahondar en la palabra es ahondar en uno.
Soy aquel que escribo –que se escribe con las palabras que me escriben.
Soy lenguaje– de la lengua su bagaje.
Soy la palabra que me expresa expresándose.
Escribir es responder a todas las voces insistentes del pasado y a la de uno mismo; voz profunda, íntima, que interpela al porvenir.
Edmond Jabès, "El libro de los márgenes III. Construir en el día a día" (Arena libros, traducción de Begoña Díez Zearsolo)
El texto se abre al texto a través de la pregunta que se hace y que nos hace.
Responde –o intenta responder– a nustra espera respondiendo de sí.
La práctica del texto es práctica del ser.
Ahondar en la palabra es ahondar en uno.
Soy aquel que escribo –que se escribe con las palabras que me escriben.
Soy lenguaje– de la lengua su bagaje.
Soy la palabra que me expresa expresándose.
Escribir es responder a todas las voces insistentes del pasado y a la de uno mismo; voz profunda, íntima, que interpela al porvenir.
Edmond Jabès, "El libro de los márgenes III. Construir en el día a día" (Arena libros, traducción de Begoña Díez Zearsolo)
Escribir según George Orwell
Dejando aparte la necesidad de ganarse la vida, creo que hay cuatro grandes motivos para escribir, por lo menos para escribir prosa. Existen en diverso grado en cada escritor, y concretamente en cada uno de ellos varían las proporciones de vez en cuando, según el ambiente en que vive. Son estos motivos:
1. El egoísmo agudo. Deseo de parecer listo, de que hablen de uno, de ser recordado después de la muerte, resarcirse de los mayores que le despreciaron a uno en la infancia, etc., etc. Es una falsedad pretender que no es éste un motivo de gran importancia. Los escritores comparten esta característica con los científicos, artistas, políticos, abogados, militares, negociantes de gran éxito, o sea con la capa superior de la humanidad. La gran masa de los seres humanos no es intensamente egoísta. Después de los treinta años de edad abandonan la ambición individual -muchos casi pierden incluso la impresión de ser individuos y viven principalmente para otros, o sencillamente los ahoga el trabajo. Pero también está la minoría de los bien dotados, los voluntariosos decididos a vivir su propia vida hasta el final, y los escritores pertenecen a esta clase. Habría que decir los escritores serios, que suelen ser más vanos y egoístas que los periodistas, aunque menos interesados por el dinero.
2. Entusiasmo estético. Percepción de la belleza en el mundo externo o, por otra parte. en las palabras y su acertada combinación. Placer en el impacto de un sonido sobre otro, en la firmeza de la buena prosa o el ritmo de un buen relato. Deseo de compartir una experiencia que uno cree valiosa y que no debería perderse. El motivo estético es muy débil en muchísimos escritores, pero incluso un panfletario o el autor de libros de texto tendrá palabras y frases mimadas que le atraerán por razones no utilitarias; o puede darle especial importancia a la tipografía, la anchura de los márgenes, etc. Ningún libro que esté por encima del nivel de una guía de ferrocarriles estará completamente libre de consideraciones estéticas.
3. Impulso histórico. Deseo de ver las cosas como son para hallar los hechos verdaderos y almacenarlos para la posteridad.
4. Propósito político, y empleo la palabra "político" en el sentido más amplio posible. Deseo de empujar al mundo en cierta dirección, de alterar la idea que tienen los demás sobre la clase de sociedad que deberían esforzarse en conseguir. Insisto en que ningún libro está libre de matiz político. La opinión de que el arte no debe tener nada que ver con la política ya es en sí misma una actitud política.
Puede verse ahora cómo estos varios impulsos luchan unos contra otros y cómo fluctúan de una persona a otra y de una a otra época. Por naturaleza -tomando "naturaleza" como el estado al que se llega cuando se empieza a ser adulto- soy una persona en la que los tres primeros motivos pesan más que el cuarto. En una época pacífica podría haber escrito libros ornamentales o simplemente descriptivos v casi no habría tenido en cuenta mis lealtades políticas. Pero me he visto obligado a convertirme en una especie de panfletista.
George Orwell, Por qué escribo. Traducción de Rafael Vázquez Zamora. Texto incluido en A mi manera (editorial Destino, 1976)
1. El egoísmo agudo. Deseo de parecer listo, de que hablen de uno, de ser recordado después de la muerte, resarcirse de los mayores que le despreciaron a uno en la infancia, etc., etc. Es una falsedad pretender que no es éste un motivo de gran importancia. Los escritores comparten esta característica con los científicos, artistas, políticos, abogados, militares, negociantes de gran éxito, o sea con la capa superior de la humanidad. La gran masa de los seres humanos no es intensamente egoísta. Después de los treinta años de edad abandonan la ambición individual -muchos casi pierden incluso la impresión de ser individuos y viven principalmente para otros, o sencillamente los ahoga el trabajo. Pero también está la minoría de los bien dotados, los voluntariosos decididos a vivir su propia vida hasta el final, y los escritores pertenecen a esta clase. Habría que decir los escritores serios, que suelen ser más vanos y egoístas que los periodistas, aunque menos interesados por el dinero.
2. Entusiasmo estético. Percepción de la belleza en el mundo externo o, por otra parte. en las palabras y su acertada combinación. Placer en el impacto de un sonido sobre otro, en la firmeza de la buena prosa o el ritmo de un buen relato. Deseo de compartir una experiencia que uno cree valiosa y que no debería perderse. El motivo estético es muy débil en muchísimos escritores, pero incluso un panfletario o el autor de libros de texto tendrá palabras y frases mimadas que le atraerán por razones no utilitarias; o puede darle especial importancia a la tipografía, la anchura de los márgenes, etc. Ningún libro que esté por encima del nivel de una guía de ferrocarriles estará completamente libre de consideraciones estéticas.
3. Impulso histórico. Deseo de ver las cosas como son para hallar los hechos verdaderos y almacenarlos para la posteridad.
4. Propósito político, y empleo la palabra "político" en el sentido más amplio posible. Deseo de empujar al mundo en cierta dirección, de alterar la idea que tienen los demás sobre la clase de sociedad que deberían esforzarse en conseguir. Insisto en que ningún libro está libre de matiz político. La opinión de que el arte no debe tener nada que ver con la política ya es en sí misma una actitud política.
Puede verse ahora cómo estos varios impulsos luchan unos contra otros y cómo fluctúan de una persona a otra y de una a otra época. Por naturaleza -tomando "naturaleza" como el estado al que se llega cuando se empieza a ser adulto- soy una persona en la que los tres primeros motivos pesan más que el cuarto. En una época pacífica podría haber escrito libros ornamentales o simplemente descriptivos v casi no habría tenido en cuenta mis lealtades políticas. Pero me he visto obligado a convertirme en una especie de panfletista.
George Orwell, Por qué escribo. Traducción de Rafael Vázquez Zamora. Texto incluido en A mi manera (editorial Destino, 1976)
Escribir según Peter Handke
Al escribir, los recuerdos deben venir en un impulso: sólo así están bien. Recogidos con la voluntad se vuelven pedantes.
Escribir significa escapar cada día a los brillantes bordes de la vida (sí, es siempre un escape, un escape de mí mismo): y las etapas de la escritura son: a) pienso en ti; b) te pienso. C) te escribo.
A diferencia de lo que ocurre en la música y en la pintura, en la literatura nadie puede llegar a ser un maestro. En la literatura no existen obras maestras.
El clasicismo no es un ropaje, es precisamente la constante transición hacia la desnudez.
El arte sólo es tal, cuando el “cómo” brilla en la obra.
Peter Handke, “Historia del lápiz” (Península/Ideas
Escribir significa escapar cada día a los brillantes bordes de la vida (sí, es siempre un escape, un escape de mí mismo): y las etapas de la escritura son: a) pienso en ti; b) te pienso. C) te escribo.
A diferencia de lo que ocurre en la música y en la pintura, en la literatura nadie puede llegar a ser un maestro. En la literatura no existen obras maestras.
El clasicismo no es un ropaje, es precisamente la constante transición hacia la desnudez.
El arte sólo es tal, cuando el “cómo” brilla en la obra.
Peter Handke, “Historia del lápiz” (Península/Ideas
Escribir según Jean Rostand
Un gran escritor es alguien que sabe sorprendernos diciendo lo que sabemos desde siempre.
Literatura : proclamar delante de todos lo que hemos escondido a los seres más cercanos.
Existen obras de arte tan fastidiosas que nos asombra que haya existido alguien para escribirlas.
Jean Rostand (1894– 1977), biólogo y filósofo fraccés.
Literatura : proclamar delante de todos lo que hemos escondido a los seres más cercanos.
Existen obras de arte tan fastidiosas que nos asombra que haya existido alguien para escribirlas.
Jean Rostand (1894– 1977), biólogo y filósofo fraccés.
Escribir, segun Alfred Capus
En la literatura, como en la vida, hay que ser claro, pero no transparente.
Los clásicos son sobrevivientes, pero en forma temporaria y siempre revocable.
¿Una buena receta literaria? Tengo dos: no decir nunca las cosas que podría decir otro; no usar jamás expresiones con las que otro se contentaría.
La mitad de lo que escribimos es dañino; la otra mitad, inútil.
Alfred Capus, Pensées (Pensamientos recogidos por Robert Chouard)
Los clásicos son sobrevivientes, pero en forma temporaria y siempre revocable.
¿Una buena receta literaria? Tengo dos: no decir nunca las cosas que podría decir otro; no usar jamás expresiones con las que otro se contentaría.
La mitad de lo que escribimos es dañino; la otra mitad, inútil.
Alfred Capus, Pensées (Pensamientos recogidos por Robert Chouard)
Escribir según Clarice Lispector
Escribir según Clarice Lispector
No es fácil escribir. Es duro como partir rocas.
Consigo la simplicididad con mucho esfuerzo.
La forma de defenderse es escribir.
Lo que voy a escribir ya debe estar, sin duda y de algún modo, escrito en mí. Tengo que copiarme.
Escribo porque no tengo nada que hacer en el mundo : estoy de sobra y no hay lugar para mí en el mundo de los hombres.
Escribo por mi desesperación y mi cansancio, ya no soporto la rutina de ser yo, y si no existiese la novedad continua que es escribir, me moriría simbólicamente todos los días.
Pasajes de « La hora de la estrella », novela de Clarice Lispector publicada en castellano por Ediciones Siruela, traducción de Ana Poljak.
No es fácil escribir. Es duro como partir rocas.
Consigo la simplicididad con mucho esfuerzo.
La forma de defenderse es escribir.
Lo que voy a escribir ya debe estar, sin duda y de algún modo, escrito en mí. Tengo que copiarme.
Escribo porque no tengo nada que hacer en el mundo : estoy de sobra y no hay lugar para mí en el mundo de los hombres.
Escribo por mi desesperación y mi cansancio, ya no soporto la rutina de ser yo, y si no existiese la novedad continua que es escribir, me moriría simbólicamente todos los días.
Pasajes de « La hora de la estrella », novela de Clarice Lispector publicada en castellano por Ediciones Siruela, traducción de Ana Poljak.
Escribir según Julian Barnes
Escribir según Julian Barnes
La literatura incluye a la política, pero no ocurre lo mismo al revés. No es una opinión que esté muy de moda, ni entre escritores ni tampoco entre políticos, de modo que tendrá que disculparme. Los novelistas que piensan que sus escritos son un instrumento político degradan, me parece, la literatura y exaltan neciamente la política. No, no estoy diciendo que debería prohibírseles que tuvieran opiniones políticas ni que hicieran declaraciones políticas. Sólo digo que a esa parte de su trabajo deberían llamarle periodismo. El escritor que imagina que la novela es la forma más eficaz de participar en política suele ser un mal novelista, un mal periodista y un mal politico.
Cuando los lectores se quejan de la vida de los escritores: que por qué no hizo esto; que por qué no mandó cartas de protesta a la prensa acerca de aquello; que por qué no vivió más a fondo; ¿no están haciendo en realidad una pregunta mucho más simple y mucho más vana? A saber, ¿por qué no se nos parece más? Sin embargo, si el escritor se pareciese más al lector, no sería escritor, sino lector: así de sencillo.
Es tan imposible imaginar una Idea sin Forma como una Forma sin Idea. En arte todo depende de la ejecución: la historia de un piojo puede ser más bella que la historia de Alejandro.~
Julian Barnes, El loro de Flaubert (traducción de Antonio Mauri, Anagrama ediciones)
La literatura incluye a la política, pero no ocurre lo mismo al revés. No es una opinión que esté muy de moda, ni entre escritores ni tampoco entre políticos, de modo que tendrá que disculparme. Los novelistas que piensan que sus escritos son un instrumento político degradan, me parece, la literatura y exaltan neciamente la política. No, no estoy diciendo que debería prohibírseles que tuvieran opiniones políticas ni que hicieran declaraciones políticas. Sólo digo que a esa parte de su trabajo deberían llamarle periodismo. El escritor que imagina que la novela es la forma más eficaz de participar en política suele ser un mal novelista, un mal periodista y un mal politico.
Cuando los lectores se quejan de la vida de los escritores: que por qué no hizo esto; que por qué no mandó cartas de protesta a la prensa acerca de aquello; que por qué no vivió más a fondo; ¿no están haciendo en realidad una pregunta mucho más simple y mucho más vana? A saber, ¿por qué no se nos parece más? Sin embargo, si el escritor se pareciese más al lector, no sería escritor, sino lector: así de sencillo.
Es tan imposible imaginar una Idea sin Forma como una Forma sin Idea. En arte todo depende de la ejecución: la historia de un piojo puede ser más bella que la historia de Alejandro.~
Julian Barnes, El loro de Flaubert (traducción de Antonio Mauri, Anagrama ediciones)
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