–¿El mayor capital es la sabiduría?
–No, el mayor capital es tener guita (risas). La sabiduría te puede convertir en un hombre triste, con conciencia de la pobreza, de la injusticia, de las propias falencias. Un hombre que sabe, entre otras cosas, puede llegar a saber que sabe menos de lo que cree. A veces, la sabiduría es un castigo, es tener deudas.
–¿Se puede transmitir el amor por la lectura a través de la radio?
–No. Lo que se puede transmitir es que la gente sepa que existen libros, música... Que sepa que por lo menos existen. Pero transmitir el amor por la lectura es como repartir libritos en la cancha de fútbol para enseñar a leer. La lectura es otro tema.
sábado, 4 de diciembre de 2010
¿ Palabras o imágenes? : entrevista a Antonio Carrizo
- ¿ Usted cree que es cierto que una imagen vale más que mil palabras?
- No.Es mentira. Una palabra vale más que mil imágenes. Hay un poema de Borges a la palabra “luna”. Es extraordinario, precioso, las cosas que dicta la palabra “luna”. Lo que pasa es que tenés que tener preparada la cabeza, el espíritu, el alma, la atención para decidir si te importa más una imagen o una palabra. Las palabras valen mucho más que las imágenes. Cuatro líneas de Neruda, de Borges, son irreemplazables. Si no, los poetas en vez de escribir hubieran dibujado o sacado fotos.
- No.Es mentira. Una palabra vale más que mil imágenes. Hay un poema de Borges a la palabra “luna”. Es extraordinario, precioso, las cosas que dicta la palabra “luna”. Lo que pasa es que tenés que tener preparada la cabeza, el espíritu, el alma, la atención para decidir si te importa más una imagen o una palabra. Las palabras valen mucho más que las imágenes. Cuatro líneas de Neruda, de Borges, son irreemplazables. Si no, los poetas en vez de escribir hubieran dibujado o sacado fotos.
Antonio Carrizo : la lectura es humillante y petulante
http://www.youtube.com/watch?v=H5A8LPeIjys
En una entrevista que le hizo Chiche Gelblung al locutor y bibliófilo Antonio Carrizo, este dijo.
"La lectura es un llamado, una forma de enajenacion y term,oina siendo una forma de humllacion , de frustración y de petulancia . El autor lo pudo escribir y vos no. Por eso uno sabe siempre que esta leyendo algo superior a uno. Pero el lector es autor, tambien cada uno lee lago distinto . ¿ Quién sabe qué lee cada uno al leer a Hamlet ? Ni Freud lo supo, que se equivoco siempre con Hamlet .Es frustrante porque antes de empezar a leer sabes que no vas a leer todo lo que hay escrito. Y es petulante porque aunque los niegues, con los años te das cuenta que la lectura te da un tonito de petulancia que es horrible . "
En una entrevista que le hizo Chiche Gelblung al locutor y bibliófilo Antonio Carrizo, este dijo.
"La lectura es un llamado, una forma de enajenacion y term,oina siendo una forma de humllacion , de frustración y de petulancia . El autor lo pudo escribir y vos no. Por eso uno sabe siempre que esta leyendo algo superior a uno. Pero el lector es autor, tambien cada uno lee lago distinto . ¿ Quién sabe qué lee cada uno al leer a Hamlet ? Ni Freud lo supo, que se equivoco siempre con Hamlet .Es frustrante porque antes de empezar a leer sabes que no vas a leer todo lo que hay escrito. Y es petulante porque aunque los niegues, con los años te das cuenta que la lectura te da un tonito de petulancia que es horrible . "
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lunes, 15 de noviembre de 2010
Leer desarrolla el cerebro
Aprender a leer, un fenómeno muy reciente como para haber influido en la evolución genética, tiene un impacto importante sobre el cerebro, que se adapta y utiliza, con independencia de la edad de alfabetización, regiones cerebrales destinadas a otras funciones.
"No hay un sistema cerebral innato especializado en la lectura, tenemos que hacer bricolaje, utilizar sistemas que ya existen", explica Laurent Cohen, investigador del Instituto Nacional de la Salud y de la Investigación Médica de Francia (INSERM) y uno de los responsables del estudio, publicado por la revista Science. Usando Resonancia Magnética, los investigadores midieron la actividad cerebral de 63 adultos voluntarios con diferentes índices de alfabetización: 10 analfabetos, 22 personas alfabetizadas en edad adulta y 31 personas escolarizadas desde la infancia. La investigación se realizó en Portugal y Brasil, países en los que hasta hace unas décadas, era relativamente frecuente que los niños no fueran escolarizados.
Los resultados mostraron que, por un lado, aprender a leer activa el sistema visual en las regiones especializadas en la forma escrita de las letras, como es lógico, pero también en las regiones visuales primarias, aquellas adonde llega toda la información visual. Además, en la gente que aprende a leer, el cerebro recurre también a las zonas especializadas en el lenguaje hablado, puesto que la lectura "activa el sistema del habla" para tomar consciencia de los sonidos y permite "establecer relaciones entre el sistema visual y el sistema del habla, entre las letras escritas y los sonidos", subraya Cohen.
Por otra parte, el aprendizaje de la lectura, incluso en la edad adulta, provoca en el cerebro una redistribución de una parte de sus recursos. De esta manera, el reconocimiento visual de los objetos y las caras cede parte de terreno a medida que aprendemos a leer y se desplaza parcialmente hacia el hemisferio derecho.
Los investigadores también comprobaron que en los adultos que aprenden a leer, "los cambios que esto provoca son casi los mismos" que en los sujetos que se alfabetizaron siendo niños, aunque aquellos no obtienen tan buenos resultados por la falta de entrenamiento, concluyó Cohen.
"No hay un sistema cerebral innato especializado en la lectura, tenemos que hacer bricolaje, utilizar sistemas que ya existen", explica Laurent Cohen, investigador del Instituto Nacional de la Salud y de la Investigación Médica de Francia (INSERM) y uno de los responsables del estudio, publicado por la revista Science. Usando Resonancia Magnética, los investigadores midieron la actividad cerebral de 63 adultos voluntarios con diferentes índices de alfabetización: 10 analfabetos, 22 personas alfabetizadas en edad adulta y 31 personas escolarizadas desde la infancia. La investigación se realizó en Portugal y Brasil, países en los que hasta hace unas décadas, era relativamente frecuente que los niños no fueran escolarizados.
Los resultados mostraron que, por un lado, aprender a leer activa el sistema visual en las regiones especializadas en la forma escrita de las letras, como es lógico, pero también en las regiones visuales primarias, aquellas adonde llega toda la información visual. Además, en la gente que aprende a leer, el cerebro recurre también a las zonas especializadas en el lenguaje hablado, puesto que la lectura "activa el sistema del habla" para tomar consciencia de los sonidos y permite "establecer relaciones entre el sistema visual y el sistema del habla, entre las letras escritas y los sonidos", subraya Cohen.
Por otra parte, el aprendizaje de la lectura, incluso en la edad adulta, provoca en el cerebro una redistribución de una parte de sus recursos. De esta manera, el reconocimiento visual de los objetos y las caras cede parte de terreno a medida que aprendemos a leer y se desplaza parcialmente hacia el hemisferio derecho.
Los investigadores también comprobaron que en los adultos que aprenden a leer, "los cambios que esto provoca son casi los mismos" que en los sujetos que se alfabetizaron siendo niños, aunque aquellos no obtienen tan buenos resultados por la falta de entrenamiento, concluyó Cohen.
domingo, 3 de octubre de 2010
The Big Fish : el arte del buen mentir

En el film " The Big Fish", Tim Burton nos habla de la importancia de la fantasía, y de cómo la realidad puede mejorarse con exageraciones y mentiras. Lyendo una biografía de Loenardo Favio, el mismo cuenta que acabó siendo director de cine estimulado por las mentiras de sus amigos del pueblo, que le inventaban leyendas acerca de Buenos Aires, la lejana gran ciudad. Es cierto lo que decía un viejo periodista : " Nunca dejes que la verdad te arruine un buen relato".
Esto cuenta Favio:
"-¿Cómo era para vos Buenos Aires cuando vivías en Mendoza?
- Lo había visto un poco, desde dentro del Hogar El Alba, y cuando me escapé, durante los seis meses que pasé en la pensión donde vivía mi mamá, antes de volver a Mendoza. Pero para mí esa ciudad no era Buenos Aires. La verdadera Buenos Aires era la que nos mentía, allá en Luján, el Manco Bastías. Nos reuníamos a escuchar sus historias, que todos sabíamos que eran inventadas pero jugábamos a que nos las creíamos. Total... después de todo, ¿qué importaba que fueran ciertas o no, si eran maravillosas? Nos contaba que él había llegado a Buenos Aires y veía a las mujeres rubias y blancas que tomaban sol desnudas en las terrazas. Sabíamos perfectamente que el Manco Bastías nunca había estado en Buenos Aires y que, a lo sumo, habría estado dos veces en la ciudad de Mendoza. Su reino era Luján. Nunca salió de Luján. Pero era irresistible su historia de cuando lo conoció a Gatica en su inmenso palacio. Decía que había tenido que pasar cuatro puertas custodiadas por mayordomos para llegar al gran salón donde lo recibió. Gatica estaba solo, sentado en un trono dándole bombones a un bulldog. ¿Qué carajo importaba que fuera verdad o mentira si después de todo ése era Gatica? El Manco también nos hablaba de cuando conoció Mar del Plata. “Vos llegás y todo está lleno de palacios, palacios, palacios de mármol, y yo me llené de guita yendo casa por casa y pidiendo la ropa que les sobrara. Me tiraban smokings, jackets, camisas de seda”, nos decía. ¿Cómo no me iba a atrapar su cuento si el agua más lejana que yo había conocido era la de las acequias de Mendoza? Si no tenés imaginación ni sueños, ni un poco de poesía adentro, le decís: “Callate, negro mentiroso”. Pero la apuesta era quedarte callado, mirarlo, y soñar con él que esas rubias existían. Y yo después iba y les mentía a otros que había visto esas mujeres cuando había estado en Buenos Aires. Qué divino era el Manco Batías, era el más mentiroso de Mendoza. Nunca conocí a un mentiroso de tanta imaginación. Tenía una mujer muy bonita, rubia, hija de italianos. Era un tipo buen mozo, y en esa época tendría veinticinco, veintiséis años. Los domingos lo veías en la plaza rodeado de vagos y contando mentiras. Bueno, mentiras no, sueños. Siempre llegaba el momento en que alguno le pedía: “Manco, contá de cuando te casaste”. Ahí él entraba a contar su casamiento: “Yo, un negro de mierda, no podía creer tener esa virgen tan rubia. Cuando llegaba a mi casa le decía: desnudate, mamita, y la veía rubia como una diosa blanca”, y seguía transfiriéndonos todos sus ratones que, por lo general, a la noche estallaban en nuestras camas, porque -la verdad- era muy bonita la mujer del Manco."
Es siempre mejor contar que uno pescó un pescado así de grande.

Escribir para que nos publiquen
"Para mí, esto era ser artista: “Ya una vez me sacaron en el diario, con foto y todo, mire. Ve, aquí dice: ´Al vecino Carlos Irrazábal lo pateó un equino´. Ve, con foto y todo, porque me pateó un caballo. No... si a mí siempre me gustó esto de ser artista”, dice Charlie. Está convencido de que ser artista es salir en las revistas. "-Leonardo Favio, acerca de su personaje en su película " Soñar , soñar"
" Pasen y vean" , biografia de Leonardo Favio, por Adriana Schettini
" Pasen y vean" , biografia de Leonardo Favio, por Adriana Schettini
viernes, 1 de octubre de 2010
Hernán Casciari : Penurias de un escritor
(de su website : http://orsai.bitacoras.com/2010/09/renuncio.php)
Renuncio
30 septiembre, 2010
Renuncié hace unos días a mi columna de los domingos en el diario La Nación, de Argentina, y renuncio hoy a mi columna de los viernes en El País, de España. Noventa columnas y dos años de trabajo en La Nación; ciento veinte columnas y tres años en El País. Aprendí mucho de ambos periódicos. Aprendí, sobre todo, que solamente me puedo divertir en un medio sin publicidad, y que solamente puedo dormir los viernes —de un tirón, sin telefonazos intempestivos— en un medio sin ideología.
I.
Cuando me llamaron del diario El País para hacer una columna los viernes en el EP3, aquel era un suplemento de 16 páginas y mi extensión límite de cuatrocientas palabras. Aquello fue en marzo de 2008. Todavía no despuntaba en Europa la crisis y las empresas aún invertían muchísimo en publicidad. A los seis meses entró un pie de página justo debajo de mi columna y adiós mis cuatrocientas palabras. Mi límite fue de trescientas veinte.
Entonces llegó la crisis. Pensé:
—A ver si ahora, sin tanto auspiciante, vuelvo a mi tamaño original.
No. Le quitaron un pliego al suplemento para abaratar costes. Más tarde la crisis arreció, y adiós otro pliego. Mi última entrega, que ocurrirá mañana, son escasísimas doscientas cuarenta palabras en un suplemento de ocho páginas. ¿Saben ustedes cuántas son doscientas cuarenta palabras? Lo que acabo de escribir ahora, en estos cinco minutos. El próximo punto y aparte será igual a mis columnas de El País.
Se me podrá decir que tengo suerte, porque al final del camino cobré lo mismo por hacer la mitad del trabajo, pero ése es justamente el pensamiento rácano del periodismo actual. Mejor sería pensar: ¿tiene sentido que un tipo que escribe tenga que expresarse conforme avance o retroceda la publicidad? Por lo menos no se trata de censura ideológica, es verdad, pero la decepción interna es idéntica.
No puede ser posible que cuando las cosas le van muy bien a las empresas tengas que escribir menos —porque entra publicidad— y cuando las cosas le van mal a las empresas tengas que escribir menos —porque le quitan páginas al diario. ¿Qué tiene que pasar, económicamente hablando, para que los lectores leamos en paz (o para que los periodistas escribamos en paz) un texto de mil palabras?
En La Nación de Argentina, en cambio, nunca me recortaron las seiscientas palabras de mi columna dominical. Allí el límite sí era más bien ideológico. No utilizar groserías, que todo lo dicho sea una verdad contrastada, respetar a la institución eclesiástica y no escandalizar a los lectores habituales del periódico. Unas cláusulas complicadas para quien escribe, más por limitación que por estilismo, enormes boludeces y mentiras grandes como un caballo.
Cada vez que enviaba una columna incorrecta a La Nación, sonaba el teléfono de casa. Es horrible cuando te corrigen desde un país donde hay cinco horas de diferencia horaria, porque el llamado fatal ocurre, casi siempre, a las dos de la madrugada.
—Hola Hernán, disculpame la hora pero estamos cerrando —me decían.
—No, todo bien, decime —contestaba yo con la voz seca y el lado izquierdo de la cara con marcas de almohadón.
—Estábamos editando tu columna y nos saltó una duda. ¿Qué querés decir, exactamente, en el párrafo sobre Ratzinger?
—En qué parte.
—Donde ponés que a “Ratzinger le gusta que le metan una lámpara de pie en el ojete”… ¿Está contrastada esa información?
—No. Es una sospecha que tengo.
—Pero es muy delicado decirlo sin un sustento. Es una información muy fuerte.
—No es una información, es un chiste. ¿Querés sacar ‘ojete’ y poner ‘ano’? Por mí todo bien, no soy quisquilloso.
—Me preocupa más la expresión ‘lámpara de pie’… A nuestros lectores no les gustan esas referencias lumínicas hacia la Iglesia Católica.
Entonces yo me levantaba, iba a la máquina y empezaba a quitar chistes y pensamientos trasnochados hasta que quedaba una columna más decente. También menos mía, es verdad. Pero mucho más decente.
Si tengo que ser sincero, en estos dos años me molestaron más los recortes de El País que los de La Nación. El diario argentino me limitaba en base a un convencimiento moral o, por decirlo de algún modo, por respeto a un libro de estilo interno y a una tipología de lector. El diario español no. Los recortes de El País de los últimos años —y el de casi todos los periódicos de este lado del charco— se basan en el impulso económico de abaratar costes y de pensar, cada vez menos, en sus lectores.
II.
Y ya que estamos en el tren, aviso por este medio a Random House Mondadori que también renuncio a sacar nuevos libros con la Editorial Sudamericana de Argentina, o con Editorial Grijalbo en México. Por contrapartida, no tengo más que agradecimientos con Plaza & Janés de España. Pero como vengo embalado tampoco publicaré más allí.
No quiero saber más nada con Grijalbo porque en 2006 editó una versión de “Más respeto que soy tu madre” cambiando frases completas del libro sin consultarme. (Ya una vez lo conté en este blog.) De repente, mi personaje Zacarías Bertotti no era hincha fanático de Racing, sino del América de México. Y sin consultarme tampoco, Grijalbo le puso a ese mismo libro una portada espantosa y una tipografía horrenda. Y sin consultarme, catalogó a mi novela como de “autoayuda”. No quiero saber más nada con Grijalbo porque nunca supe si habían vendido un ejemplar. No me lo dijeron jamás, ni telefónicamente, ni por la vía habitual de depositarme la guita en el banco. No tengo datos al respecto.
Y no quiero tener más relación con Editorial Sudamericana porque estoy podrido de contestar mails de los lectores argentinos diciendo que mis libros siempre están agotados, o que no los pueden encontrar. Caminé muchas veces por Buenos Aires y lo comprobé. Distribución espantosa, marketing desganado, mucha desidia. Si no hubiera sido por los benditos .pdf de cada libro, que aparecen puntuales en Orsai, en mi país de origen no me lee ni el gato.
La última vez que estuve en Buenos Aires (no fue hace mucho) el director de Sudamericana me dijo, como al pasar, que solamente se habían vendido 975 ejemplares de mi primer libro de bolsillo en Argentina. Me dio una grandísima vergüenza en retrospectiva. Por suerte no supe aquello en 2005 —pensé— cuando salió aquel libro, porque me retiraba para siempre del circuito de las letras.
Sin embargo, un par de semanas después me encontré en el Skype con Andrés Monferrand, un gran amigo y un buen librero mercedino.
—En Mercedes tus libros se venden como bizcochitos —me dijo feliz—. Tengo una lista de cuánto vendí en la librería, año por año.
Y me adjuntó esas cifras. De aquel primer libro de bolsillo, Andrés había vendido en mi ciudad natal 650 ejemplares. Qué extraño, pensé, recordando la cifra total de ventas en Argentina según Sudamericana. Qué extraño. En una de las tres librerías de mi ciudad casi se habían vendido todos los ejemplares del país. O Andrés me mentía, o me mentía la Editorial.
Yo creo que Andrés exageraba.
III.
La revista que estamos haciendo con el Chiri es, sobre todo, ganas enormes de volver a leer largo y tendido, y de que cada colaborador escriba hasta que se le antoje. Queremos tener en las manos un papel que no te venda nada, ni explícito ni subliminal. Regresar a la crónica periodística y a la ilustración de calidad, y que las fotos te cuenten una historia, y que cada línea y cada desglose esté hecho por personas apasionadas, y no por burócratas, pasantes, acomodados y becarios.
En Francia hay un precedente. El periodista Patrick de Saint-Exupéry trabajaba en Le Figaro y, según él, no soportaba ajustar sus artículos a un número limitado de líneas. Entonces creó la revista XXI, en enero de 2008, respondiendo justamente a eso. Reivindicaba el periodismo de investigación, el mismo que la prensa tradicional está perdiendo a causa de Internet. O, en realidad, por querer parecerse a Internet.
Yo me compré unos números de la XXI, y está muy bien, a pesar de ser demasiado seria. Pero algo no me gustó. La suscripción anual sale 60 euros en Francia, 70 euros en Latinoamérica y 80 euros en África. ¿En África, incluso en la zona africana que habla francés, la revista sale más cara que en el resto del mundo? Algo está funcionando mal.
Nosotros estamos armando una revista que, encuadernadita y con olor a tinta fresca, llegará sin falta a los países que hablan nuestro idioma. A todos esos países, quiero decir, no únicamente a España, México y Argentina. A todos. Queremos que la revista llegue a cada sitio donde haya alguien que quiera leer con serenidad, y que tenga un precio razonable para ese sitio. No importa si ese sitio se llama Madrid o se llama Cochabamba. Tiene que costar, en cada región, lo que cuesta un libro de tapa blanda. O es así, o no es.
Y va a ser así, incluso a pérdida.
El mayor de nuestros objetivos, el que más ganas nos dará cumplir el uno de enero, es que la revista Orsai llegue a Cuba con un precio de tapa de 4 pesos cubanos, gastos de envío incluido. La misma que en Barcelona costará 20 euros, o 15 (ya veremos), y en el resto de Latinoamérica valdrá 11 dólares, o 9 (ya veremos). La misma. Nuestro objetivo es demostrar que si nadie lo hizo todavía, no fue por imposible.
Estamos organizando una estructura de distribución en donde ustedes, los cientos de lectores que llenaron de comentarios el texto anterior, tienen muchísimo que ver. Una red entre los lectores y los libreros como Andrés Monferrand en Mercedes, o como el propio Chiri en Luján. Los libreros amigos. A ellos tenemos que empezar ya mismo a decirles que estén atentos a este blog la semana que viene. Y que saquen con tiempo una cuenta en PayPal, porque empezarán a hacer buenos negocios. Para empezar, la cosa es con ellos. Con los libreros. Y a los libreros los tienen que informar ustedes.
Pero basta, basta, ya estoy adelantando más de lo que puedo, y hoy me senté a escribir sobre otra cosa. Sobre La Nación, sobre El País, y sobre Random House… Hoy tenía ganas de escribir sobre renuncias y portazos.
En este sencillo acto, entonces, y ante la aterradora mirada de Cristina, mi mujer, que es catalana y no entiende de gestas y epopeyas, renuncio a todo lo molesto y a todo lo incordioso y a todo lo burocrático y a todo lo extremadamente sigloveinte de mi oficio. Le digo chau, feliz de la vida y sin rencor, a los intermediarios que me obstaculizan la charla con los lectores. Chau publicidad, que te recorta la palabra; hasta nunca burocracia, que te distribuye mal y pronto; adiós y buena suerte ideología, que te despierta por la noche.
—También dile adiós a la seguridad social y a que nos entre un duro en el banco —me interrumpe Cristina—, saluda de nuestra parte a la universidad de la Nina, despídete de comprarnos una casa y dejar de ser inquilinos, dile adiós a hacerte el tratamiento de conducto cuando se te caigan los dientes de tanto cenar las sobras… Que lo sepas, que yo cojo una maleta y me marcho, si sigues con esa idea de Cuba a cuatro pesos. ¿Qué se te ha perdido a ti en Cuba? Tú y el imbécil de tu amigo. Que desde que llegó os creéis Batman y Robin…
—¡Silencio, mujer! ¡Con tus gritos nadie puede ser anarquista en esta casa!
Renuncio
30 septiembre, 2010
Renuncié hace unos días a mi columna de los domingos en el diario La Nación, de Argentina, y renuncio hoy a mi columna de los viernes en El País, de España. Noventa columnas y dos años de trabajo en La Nación; ciento veinte columnas y tres años en El País. Aprendí mucho de ambos periódicos. Aprendí, sobre todo, que solamente me puedo divertir en un medio sin publicidad, y que solamente puedo dormir los viernes —de un tirón, sin telefonazos intempestivos— en un medio sin ideología.
I.
Cuando me llamaron del diario El País para hacer una columna los viernes en el EP3, aquel era un suplemento de 16 páginas y mi extensión límite de cuatrocientas palabras. Aquello fue en marzo de 2008. Todavía no despuntaba en Europa la crisis y las empresas aún invertían muchísimo en publicidad. A los seis meses entró un pie de página justo debajo de mi columna y adiós mis cuatrocientas palabras. Mi límite fue de trescientas veinte.
Entonces llegó la crisis. Pensé:
—A ver si ahora, sin tanto auspiciante, vuelvo a mi tamaño original.
No. Le quitaron un pliego al suplemento para abaratar costes. Más tarde la crisis arreció, y adiós otro pliego. Mi última entrega, que ocurrirá mañana, son escasísimas doscientas cuarenta palabras en un suplemento de ocho páginas. ¿Saben ustedes cuántas son doscientas cuarenta palabras? Lo que acabo de escribir ahora, en estos cinco minutos. El próximo punto y aparte será igual a mis columnas de El País.
Se me podrá decir que tengo suerte, porque al final del camino cobré lo mismo por hacer la mitad del trabajo, pero ése es justamente el pensamiento rácano del periodismo actual. Mejor sería pensar: ¿tiene sentido que un tipo que escribe tenga que expresarse conforme avance o retroceda la publicidad? Por lo menos no se trata de censura ideológica, es verdad, pero la decepción interna es idéntica.
No puede ser posible que cuando las cosas le van muy bien a las empresas tengas que escribir menos —porque entra publicidad— y cuando las cosas le van mal a las empresas tengas que escribir menos —porque le quitan páginas al diario. ¿Qué tiene que pasar, económicamente hablando, para que los lectores leamos en paz (o para que los periodistas escribamos en paz) un texto de mil palabras?
En La Nación de Argentina, en cambio, nunca me recortaron las seiscientas palabras de mi columna dominical. Allí el límite sí era más bien ideológico. No utilizar groserías, que todo lo dicho sea una verdad contrastada, respetar a la institución eclesiástica y no escandalizar a los lectores habituales del periódico. Unas cláusulas complicadas para quien escribe, más por limitación que por estilismo, enormes boludeces y mentiras grandes como un caballo.
Cada vez que enviaba una columna incorrecta a La Nación, sonaba el teléfono de casa. Es horrible cuando te corrigen desde un país donde hay cinco horas de diferencia horaria, porque el llamado fatal ocurre, casi siempre, a las dos de la madrugada.
—Hola Hernán, disculpame la hora pero estamos cerrando —me decían.
—No, todo bien, decime —contestaba yo con la voz seca y el lado izquierdo de la cara con marcas de almohadón.
—Estábamos editando tu columna y nos saltó una duda. ¿Qué querés decir, exactamente, en el párrafo sobre Ratzinger?
—En qué parte.
—Donde ponés que a “Ratzinger le gusta que le metan una lámpara de pie en el ojete”… ¿Está contrastada esa información?
—No. Es una sospecha que tengo.
—Pero es muy delicado decirlo sin un sustento. Es una información muy fuerte.
—No es una información, es un chiste. ¿Querés sacar ‘ojete’ y poner ‘ano’? Por mí todo bien, no soy quisquilloso.
—Me preocupa más la expresión ‘lámpara de pie’… A nuestros lectores no les gustan esas referencias lumínicas hacia la Iglesia Católica.
Entonces yo me levantaba, iba a la máquina y empezaba a quitar chistes y pensamientos trasnochados hasta que quedaba una columna más decente. También menos mía, es verdad. Pero mucho más decente.
Si tengo que ser sincero, en estos dos años me molestaron más los recortes de El País que los de La Nación. El diario argentino me limitaba en base a un convencimiento moral o, por decirlo de algún modo, por respeto a un libro de estilo interno y a una tipología de lector. El diario español no. Los recortes de El País de los últimos años —y el de casi todos los periódicos de este lado del charco— se basan en el impulso económico de abaratar costes y de pensar, cada vez menos, en sus lectores.
II.
Y ya que estamos en el tren, aviso por este medio a Random House Mondadori que también renuncio a sacar nuevos libros con la Editorial Sudamericana de Argentina, o con Editorial Grijalbo en México. Por contrapartida, no tengo más que agradecimientos con Plaza & Janés de España. Pero como vengo embalado tampoco publicaré más allí.
No quiero saber más nada con Grijalbo porque en 2006 editó una versión de “Más respeto que soy tu madre” cambiando frases completas del libro sin consultarme. (Ya una vez lo conté en este blog.) De repente, mi personaje Zacarías Bertotti no era hincha fanático de Racing, sino del América de México. Y sin consultarme tampoco, Grijalbo le puso a ese mismo libro una portada espantosa y una tipografía horrenda. Y sin consultarme, catalogó a mi novela como de “autoayuda”. No quiero saber más nada con Grijalbo porque nunca supe si habían vendido un ejemplar. No me lo dijeron jamás, ni telefónicamente, ni por la vía habitual de depositarme la guita en el banco. No tengo datos al respecto.
Y no quiero tener más relación con Editorial Sudamericana porque estoy podrido de contestar mails de los lectores argentinos diciendo que mis libros siempre están agotados, o que no los pueden encontrar. Caminé muchas veces por Buenos Aires y lo comprobé. Distribución espantosa, marketing desganado, mucha desidia. Si no hubiera sido por los benditos .pdf de cada libro, que aparecen puntuales en Orsai, en mi país de origen no me lee ni el gato.
La última vez que estuve en Buenos Aires (no fue hace mucho) el director de Sudamericana me dijo, como al pasar, que solamente se habían vendido 975 ejemplares de mi primer libro de bolsillo en Argentina. Me dio una grandísima vergüenza en retrospectiva. Por suerte no supe aquello en 2005 —pensé— cuando salió aquel libro, porque me retiraba para siempre del circuito de las letras.
Sin embargo, un par de semanas después me encontré en el Skype con Andrés Monferrand, un gran amigo y un buen librero mercedino.
—En Mercedes tus libros se venden como bizcochitos —me dijo feliz—. Tengo una lista de cuánto vendí en la librería, año por año.
Y me adjuntó esas cifras. De aquel primer libro de bolsillo, Andrés había vendido en mi ciudad natal 650 ejemplares. Qué extraño, pensé, recordando la cifra total de ventas en Argentina según Sudamericana. Qué extraño. En una de las tres librerías de mi ciudad casi se habían vendido todos los ejemplares del país. O Andrés me mentía, o me mentía la Editorial.
Yo creo que Andrés exageraba.
III.
La revista que estamos haciendo con el Chiri es, sobre todo, ganas enormes de volver a leer largo y tendido, y de que cada colaborador escriba hasta que se le antoje. Queremos tener en las manos un papel que no te venda nada, ni explícito ni subliminal. Regresar a la crónica periodística y a la ilustración de calidad, y que las fotos te cuenten una historia, y que cada línea y cada desglose esté hecho por personas apasionadas, y no por burócratas, pasantes, acomodados y becarios.
En Francia hay un precedente. El periodista Patrick de Saint-Exupéry trabajaba en Le Figaro y, según él, no soportaba ajustar sus artículos a un número limitado de líneas. Entonces creó la revista XXI, en enero de 2008, respondiendo justamente a eso. Reivindicaba el periodismo de investigación, el mismo que la prensa tradicional está perdiendo a causa de Internet. O, en realidad, por querer parecerse a Internet.
Yo me compré unos números de la XXI, y está muy bien, a pesar de ser demasiado seria. Pero algo no me gustó. La suscripción anual sale 60 euros en Francia, 70 euros en Latinoamérica y 80 euros en África. ¿En África, incluso en la zona africana que habla francés, la revista sale más cara que en el resto del mundo? Algo está funcionando mal.
Nosotros estamos armando una revista que, encuadernadita y con olor a tinta fresca, llegará sin falta a los países que hablan nuestro idioma. A todos esos países, quiero decir, no únicamente a España, México y Argentina. A todos. Queremos que la revista llegue a cada sitio donde haya alguien que quiera leer con serenidad, y que tenga un precio razonable para ese sitio. No importa si ese sitio se llama Madrid o se llama Cochabamba. Tiene que costar, en cada región, lo que cuesta un libro de tapa blanda. O es así, o no es.
Y va a ser así, incluso a pérdida.
El mayor de nuestros objetivos, el que más ganas nos dará cumplir el uno de enero, es que la revista Orsai llegue a Cuba con un precio de tapa de 4 pesos cubanos, gastos de envío incluido. La misma que en Barcelona costará 20 euros, o 15 (ya veremos), y en el resto de Latinoamérica valdrá 11 dólares, o 9 (ya veremos). La misma. Nuestro objetivo es demostrar que si nadie lo hizo todavía, no fue por imposible.
Estamos organizando una estructura de distribución en donde ustedes, los cientos de lectores que llenaron de comentarios el texto anterior, tienen muchísimo que ver. Una red entre los lectores y los libreros como Andrés Monferrand en Mercedes, o como el propio Chiri en Luján. Los libreros amigos. A ellos tenemos que empezar ya mismo a decirles que estén atentos a este blog la semana que viene. Y que saquen con tiempo una cuenta en PayPal, porque empezarán a hacer buenos negocios. Para empezar, la cosa es con ellos. Con los libreros. Y a los libreros los tienen que informar ustedes.
Pero basta, basta, ya estoy adelantando más de lo que puedo, y hoy me senté a escribir sobre otra cosa. Sobre La Nación, sobre El País, y sobre Random House… Hoy tenía ganas de escribir sobre renuncias y portazos.
En este sencillo acto, entonces, y ante la aterradora mirada de Cristina, mi mujer, que es catalana y no entiende de gestas y epopeyas, renuncio a todo lo molesto y a todo lo incordioso y a todo lo burocrático y a todo lo extremadamente sigloveinte de mi oficio. Le digo chau, feliz de la vida y sin rencor, a los intermediarios que me obstaculizan la charla con los lectores. Chau publicidad, que te recorta la palabra; hasta nunca burocracia, que te distribuye mal y pronto; adiós y buena suerte ideología, que te despierta por la noche.
—También dile adiós a la seguridad social y a que nos entre un duro en el banco —me interrumpe Cristina—, saluda de nuestra parte a la universidad de la Nina, despídete de comprarnos una casa y dejar de ser inquilinos, dile adiós a hacerte el tratamiento de conducto cuando se te caigan los dientes de tanto cenar las sobras… Que lo sepas, que yo cojo una maleta y me marcho, si sigues con esa idea de Cuba a cuatro pesos. ¿Qué se te ha perdido a ti en Cuba? Tú y el imbécil de tu amigo. Que desde que llegó os creéis Batman y Robin…
—¡Silencio, mujer! ¡Con tus gritos nadie puede ser anarquista en esta casa!
martes, 28 de septiembre de 2010
Entrevista a Ana von Rebeur en Ecuador: Sobre leer y escribir
Entrevista a Ana von Rebeur para el libro sobre escritores latinoamericanos de Edgar Freire Rubio, a publicarse en Quito, Ecuador .
¿Quién le motivó a la lectura?
Mi madre y mi abuelo maternos eran enormes lectores. Mi abuelo era unchecoslovaco autodidacta que habia aprendido 5 idiomas. Aunque era ingeniero, trabajaba y jugaba mucho altensi, creo que jam´s lo vi sin un libro en la mano. Mi abuela , que era italiana, se oefndía con él , porue la acmpañaba a misa con un libro y se pasaba leyendo a Whitman, Shopenhauer o Tosltoi durante toda la misa. Todos sus ahorros los gastaba en libros, y en eltarage tenia una bibvlioetca con tres filas de fondo de libros de suelo a techo. A mi me fascianaba metreme ahi y hojearlo todo durante horas. Suoongio que empecé a leer de tanto ver a mi mare y mi abuelos tan absortos en la lectura En algun momento habré pensado " ¿ Que tendra eso de leer de tan fantástico que les hablo y ni me escuchan?" . Ellos también rean mucho de interrumpir la lectura y comentar a viva voz " ¡ Mira qué bello lo que dice aquí!" . Y te transmitían su emoción al hallar algo hermoso. Mi abuelo recitaba La Divina Comedia de Dante Alighieri en su versión original en italiano. me obligaba a escucharlo y yo me aburría bastante, pero todavía recuerdo ese verso de " Nessun maggior dolore che ricordarsi del tempo felice nella miseria" , que es una gran verdad: " No hay dolor mayor que recordar los tiempos felices en la miseria" .
¿Qué libros leía en su infancia y de qué manera han influido en su vida?
De pequeña , leí las fabulas de Esopo y de La Fontaine , de uan sediciones con mágicos grabados antigios de mi mamá. También los cuentos de Grimm y Perrault .Ya más grande me leí toda la colección Robin Hood, de tapas amarillas , y varios de Iridium para chicos. A los 11 años leí los diarios de Anna Frank y de la pedante noble rusa Maria Baschkirtseff, vaya contraste. Mi madre me dio Cronicas de Avonlea, de L. M. Montgomery y las obras de Mark Twain, Huck Finn y Tom Sawyer. No entendí bien que era ese mundo niño solo entre negros, esa historia de la "escuela dominical" y de "prohibido jurar" que siglos después supe que era decir palabrotas en una traducción horrorosa para una niña latina. Tendrían que haber venido con un glosario o una ubicación en tiempo y espacio. Para mi esos chicos eran marcianos con vidas de adultos.No sé porqué jamás me permití, ni de niña, dejar un libro por la mitad. Aunque lo odiara , lo leía hasta el final, quizás esperando una epifanía en algún momento. Por supuesto, me leí todo Mujercitas , Homvrecitos y Ochos Primos de Louisa May Alcott .Odié a Amy y a Meg, no lamenté la muerte de Amy, Laurie me parecía un idiota si no se enamoraba de Jo, y Jo era mi heroína total y mi primer modelo de mujer feminista del siglo XIX. Por ella empecé a trepar árboles en lugar de jugar a las muñecas.Despues no entendí por qué Jo se casa con ese viejo sin gracia del profesor Baer . Hasta que yo misma encontré a mi profesor Baer en la vida...Creo que yo tenía unos tres o cuatro libros en la mesa de luz que leia al msimo tiempo. Me pareció muy triste y atrapante Papaíto Piernas Largas de Jean Webster, y Anna Karenina de Tolstoi. Mi madre era socia de varias bibliotecas y en casa jamás faltaron libros.
¿Cuáles considera los libros más importantes y de qué manera han influido en su vida?
Recuerdo haberme deslumbrado con Simone de Beauvoir como a los 12 años: me abrió los ojos a muchas cosas, me dió respuestas a muchas de mis preguntas. Y creo que descubrí el humor en literatura con el fabuloso libro Violeta , de George Whitfield Cook, que debo haber leido a los 9 años, porque ella tenía 12 y me parecía " la grande" . me identifique mucho con ella porque en la tapa de la colección Robin Hood la ilsutración la mostraba como un calco de lo que ella yo: trenzas, anteojos, un libro en la mano, un look intelectual y las medias caídas.... Muchos años depues supe que tambien fue el libro favorito de la directora de bibliotecas argentinas. Creo que descubrí que existía algo llamado autosuperación con Aldous Huxley y su deslumbrante " La Isla".
Como vengo de una familia de inmigrantes europeos muy pegada a los clásicos universales, leí antes a Kafka que a los escritores latinoamericanos . Pero ya después de los 20 , me enamoré del género cuento gracias ala magia de Julio Cortázar y su escritura casi cinematográfica, como por ejemplo en " La autopista del sur" y " Axolotl" , y reí y lloré con " Los autonautas de la cosmopista. No pude nunca leer ficción latinoamericana, pese a que por una beca fui profesora a distancia de Borges en una universidad de Minnesota, y lo tuve que ller y estudiar sí o sí. Y aunque me atrapó su poesía, no me atrapó su narrativa. Prefiero leer biografías a ficción , y de los autores latinos , jamás pude treminar " Cien años de soledad" , pero me fascinó , de garcía Márquez , " Vivir para contarla" . Del mismo modos, no puedo avanzar con las ficciones de Isabel Allende, pero lloré y reí con su autobiografías "Paula ( me decidió a divorciarme, así que sí me cambió la vida ) y " La suma de los días "
¿Qué personaje le hubiera gustado encarnar? ¿Cuál le ha causado mayor impacto?
Me enamoré de todos y cada uno de los libros de Erica Jong, la de "Miedo a volar". Me impactó ver una escritura donde una mujer se ríe de sus propias desgracias y de sus propios novios con desparpajo absoluto. Para mi fue una lección de libertad en la escritura, y me pareció que vale la pena hablar de una misma en esos terminos, como hace ella con su alter ego Isadora, si eso sirve pra hacre reir a los que te leen de la otra parte del mundo. Encarnar a un personaje ...no se me ocurre ninguno...¿ Dios protagoniza alguna novela? Creo que sí valdría la pena ser Dios, y por una vez hacer las cosas, bien , no lo desastres que él está haciendo . No Dios, no ...¡Mejor que sea Diosa!.
¿Por qué lee? ¿Qué busca en la lectura?
No concibo la vida sin lectura. Soy muy curiosa, todo me interesa. Y creo que leer y escribir son los modos más divertidos de que se te vuelen las horas y los dias. Yo empiezo a leer o escribir por la mañana y de golpe ...¡ pum! es de noche, y ni se que como se me ha ido el dia . Si no fuera porque tengo que alimentar a mis hijos, ni me levanto a comer. Si estoy sola, a las diez de la noche me agarra un hambre feroz y no entiendo por qué...y era porque me olvidé de comer por escribir . Me molesta bastante tener que tener un cuerpo y tener que levantarme para ir al baño, porque eso me interrumpe la lectura o escritura. Creo que es inevitable que quien ha ledio mucho de desde la infancia, acabe escribiendo. La lectura es la gasolina de la escriutura. Si lees mucho, estas desboraddo de vioces ajenas , y en algún moneto tienes que vopcar todo lo aprendio afuera, para que ahay lugar para más adentro tuyo, para nuevas lecturas. Leyendo aprendo de todo y escribiendo me entero de lo que aprendí a la vez que transmito para mis lectores lo que yo opino, lo que aprendí y lo que estudíe . Creo que mi tarea de escritora es procesar las cosas y darselas al lector de manera mena y divertyida, de modod tal de engancharlos por la curisoidada y que ni se den cuenta de que estan aprendiendo al leer . A mi me resultamuy divertido loq ue hag, porque la televisión ( salvo un par de programas me aburre) y la gente ( salvo un par de amigas) también . Soy muy gregaria y amo estar con gente, pero la mayoría me agota, porque les presto mucha atención y finalmente veo que siempre dicen lo mismos, o no son sinceros y honestos. Yo veo que si a mi me divierte lo que hago, hago que los demás se diviertan la leerme .
Por eso mis libros se venden bien : es que logro divertir , entretener e instruir a los demás. Creo que uno lee y escribe para vivir varias vidas en una misma vida. Una sola vida humana es bastante corta y limitada, pero la lectura te abre mil universos distinstos, y si lees mucho equivale a viajar al pasado, al futuro, a otras tierras , y a vivir mil años en perfecto estado de salud ... Mientras pueda leer, por mi que me manden a una isla desierta. Eso si, con muchos libros buenos . De todo esto que me interesa muchísimo hablo en mis blogs http://porqueescribimos.blogspot.com y http:// trucosdeescritor.blogspot.com
¿Qué libro (s) le gustaría memorizar?
Ninguno, porque tengo pésima memoria. Creo que justamente por eso escribo : para no olvidar, para registralo todo. Porque siempre pierdo las llaves . Pero cuando escribo, me gustaría tener a mano un libro que me robarion , que es poara saberselo de memoria " On writing" o " Mientras escribo" de Stephen King, el maestro de la literatura de terror. No he leído ninguna de sus novelas y relatos, pero ese libro es todo un doctorado sobre el arte de escribir . Sí que quisiera memorizarlo .
¿Cree que la literatura puede cambiar el mundo? ¿Cuál considera, su utilidad?
La utilidad de la literatura es instruir hacer pensar, consolar, hacernos más humanos y éticos. Una literatura humana seguro que a la larga mejora la calida de vida de la gente, la hace más ambiciosa para bien, no la amodorra como al tele, sino que la mantiene alerta . La buena literatura combate al racismo y la discriminación. La basura propagandista también puede arruinar el mudno, claro . No podría haber guerras entre pueblos que leen mucho, porque la literatura hace que te conmuevas con algo que escribió un francés hace 150 años, con algo que escribió un hindú hace 70 años, o con algo que escribió un griego hace 2200 años. Y cada uno de ellos te habla como si fuera tu hermano, tu novio o el vecino de enfrente , lo que prueba que los seres humanos de todas las latitudes y todos los tiempos somos todos iguales, sentimos lo mismo ante las mismas cosas, sufrimos lo mismo, sin distingos de raza, latitudes o color de piel. (Estamos hablando de gente sana, no de psicópatas como Hitler ,Slobodan Milosevic o François Duvalier.)Y al mismo tiempo, mientras alguien sostenga un libro entre las manos en silencio, no hará daño a los demás. Y si quiere hacerlo ...¡ urgente, dénle otro libro!
¿A su juicio, ¿cuál es el futuro del libro?
Apuesto al e- book en una hoja de silice de 20 gramos enrrollable donde cargas con una memoria unos 20.000 libros legibles en negro sobre blanco y a la luz del pleno sol . Las baterías se cargarían con la luz ambiental. Eso para viajar, porque siempre que viajo llevo valijas repletas con libros porque la película del avion es siempre una comedia vieja y mala. En casa, dejenme con los libnros de papel, que los llenso de marcas, notas al margen y subrayados. De todos modos, tenemos libros de papel para rato porque nadie sabe cómo mercadear los e-books sin que sean pirateados en segundos. Y, a mi entender , seguimos y seguirmos en la edad de piedra de la tecnologia: las notebooks son pesadas, la navegación en internet sigue lenta y confusa, a las computadoras solo las entienden los tecnicos, y la telefonia celular es atroz con eso de las cargas de creditos y baterías que se agotan y que en un planeta techado de satélites, en tu propia cocina no tienes señal por las rejas de la ventanas! Creo que nuestros nietos se reirán de nosotros diciendo ; " Abuela, ¿cómo te las ingeniabas par escribir libros con esos armatostes lentisimos". A esta altura, los escritores deberíamos poder dictarles los libros a máquinas autoescribientes del tamaño de un anillo, mientras regamos el jardín o navegamos en un velero . Si aún nos tenemos que sentar a tipear sobre teclados conectados a una red eléctrica es porque la mafia japonesa de Vaio , Hitachi y Toshiba junto con el otro mafioso de Bill Gates no quieren simplicarnos la vida,porque se reservan el lanzamiento de esos inventos para dentro de 50 años, o sinceramente, prefieren que la gente no lea ...así hay más intolerancia, y más guerras y se venden más armas , que es el verdadero negocio millonario que hace ricas a las potencias mundiales. ¿ Ves ? No me habia dado cuenta hasta ahora, pero creo que la lectura profusa escrita por autores con valores hasta llegaría a preservar la paz mundial . Finalmente, la lectura es le mayor antídoto contra la soledad. Cuando tiene sun libro en la mano, jamás estás solo. En mis viajes frecuentes, muchas veces me atrapa la soledad.Pero si tengo un libro, su autor me acompaña con enorme humanidad y calidez, adonde vaya.
¿Quién le motivó a la lectura?
Mi madre y mi abuelo maternos eran enormes lectores. Mi abuelo era unchecoslovaco autodidacta que habia aprendido 5 idiomas. Aunque era ingeniero, trabajaba y jugaba mucho altensi, creo que jam´s lo vi sin un libro en la mano. Mi abuela , que era italiana, se oefndía con él , porue la acmpañaba a misa con un libro y se pasaba leyendo a Whitman, Shopenhauer o Tosltoi durante toda la misa. Todos sus ahorros los gastaba en libros, y en eltarage tenia una bibvlioetca con tres filas de fondo de libros de suelo a techo. A mi me fascianaba metreme ahi y hojearlo todo durante horas. Suoongio que empecé a leer de tanto ver a mi mare y mi abuelos tan absortos en la lectura En algun momento habré pensado " ¿ Que tendra eso de leer de tan fantástico que les hablo y ni me escuchan?" . Ellos también rean mucho de interrumpir la lectura y comentar a viva voz " ¡ Mira qué bello lo que dice aquí!" . Y te transmitían su emoción al hallar algo hermoso. Mi abuelo recitaba La Divina Comedia de Dante Alighieri en su versión original en italiano. me obligaba a escucharlo y yo me aburría bastante, pero todavía recuerdo ese verso de " Nessun maggior dolore che ricordarsi del tempo felice nella miseria" , que es una gran verdad: " No hay dolor mayor que recordar los tiempos felices en la miseria" .
¿Qué libros leía en su infancia y de qué manera han influido en su vida?
De pequeña , leí las fabulas de Esopo y de La Fontaine , de uan sediciones con mágicos grabados antigios de mi mamá. También los cuentos de Grimm y Perrault .Ya más grande me leí toda la colección Robin Hood, de tapas amarillas , y varios de Iridium para chicos. A los 11 años leí los diarios de Anna Frank y de la pedante noble rusa Maria Baschkirtseff, vaya contraste. Mi madre me dio Cronicas de Avonlea, de L. M. Montgomery y las obras de Mark Twain, Huck Finn y Tom Sawyer. No entendí bien que era ese mundo niño solo entre negros, esa historia de la "escuela dominical" y de "prohibido jurar" que siglos después supe que era decir palabrotas en una traducción horrorosa para una niña latina. Tendrían que haber venido con un glosario o una ubicación en tiempo y espacio. Para mi esos chicos eran marcianos con vidas de adultos.No sé porqué jamás me permití, ni de niña, dejar un libro por la mitad. Aunque lo odiara , lo leía hasta el final, quizás esperando una epifanía en algún momento. Por supuesto, me leí todo Mujercitas , Homvrecitos y Ochos Primos de Louisa May Alcott .Odié a Amy y a Meg, no lamenté la muerte de Amy, Laurie me parecía un idiota si no se enamoraba de Jo, y Jo era mi heroína total y mi primer modelo de mujer feminista del siglo XIX. Por ella empecé a trepar árboles en lugar de jugar a las muñecas.Despues no entendí por qué Jo se casa con ese viejo sin gracia del profesor Baer . Hasta que yo misma encontré a mi profesor Baer en la vida...Creo que yo tenía unos tres o cuatro libros en la mesa de luz que leia al msimo tiempo. Me pareció muy triste y atrapante Papaíto Piernas Largas de Jean Webster, y Anna Karenina de Tolstoi. Mi madre era socia de varias bibliotecas y en casa jamás faltaron libros.
¿Cuáles considera los libros más importantes y de qué manera han influido en su vida?
Recuerdo haberme deslumbrado con Simone de Beauvoir como a los 12 años: me abrió los ojos a muchas cosas, me dió respuestas a muchas de mis preguntas. Y creo que descubrí el humor en literatura con el fabuloso libro Violeta , de George Whitfield Cook, que debo haber leido a los 9 años, porque ella tenía 12 y me parecía " la grande" . me identifique mucho con ella porque en la tapa de la colección Robin Hood la ilsutración la mostraba como un calco de lo que ella yo: trenzas, anteojos, un libro en la mano, un look intelectual y las medias caídas.... Muchos años depues supe que tambien fue el libro favorito de la directora de bibliotecas argentinas. Creo que descubrí que existía algo llamado autosuperación con Aldous Huxley y su deslumbrante " La Isla".
Como vengo de una familia de inmigrantes europeos muy pegada a los clásicos universales, leí antes a Kafka que a los escritores latinoamericanos . Pero ya después de los 20 , me enamoré del género cuento gracias ala magia de Julio Cortázar y su escritura casi cinematográfica, como por ejemplo en " La autopista del sur" y " Axolotl" , y reí y lloré con " Los autonautas de la cosmopista. No pude nunca leer ficción latinoamericana, pese a que por una beca fui profesora a distancia de Borges en una universidad de Minnesota, y lo tuve que ller y estudiar sí o sí. Y aunque me atrapó su poesía, no me atrapó su narrativa. Prefiero leer biografías a ficción , y de los autores latinos , jamás pude treminar " Cien años de soledad" , pero me fascinó , de garcía Márquez , " Vivir para contarla" . Del mismo modos, no puedo avanzar con las ficciones de Isabel Allende, pero lloré y reí con su autobiografías "Paula ( me decidió a divorciarme, así que sí me cambió la vida ) y " La suma de los días "
¿Qué personaje le hubiera gustado encarnar? ¿Cuál le ha causado mayor impacto?
Me enamoré de todos y cada uno de los libros de Erica Jong, la de "Miedo a volar". Me impactó ver una escritura donde una mujer se ríe de sus propias desgracias y de sus propios novios con desparpajo absoluto. Para mi fue una lección de libertad en la escritura, y me pareció que vale la pena hablar de una misma en esos terminos, como hace ella con su alter ego Isadora, si eso sirve pra hacre reir a los que te leen de la otra parte del mundo. Encarnar a un personaje ...no se me ocurre ninguno...¿ Dios protagoniza alguna novela? Creo que sí valdría la pena ser Dios, y por una vez hacer las cosas, bien , no lo desastres que él está haciendo . No Dios, no ...¡Mejor que sea Diosa!.
¿Por qué lee? ¿Qué busca en la lectura?
No concibo la vida sin lectura. Soy muy curiosa, todo me interesa. Y creo que leer y escribir son los modos más divertidos de que se te vuelen las horas y los dias. Yo empiezo a leer o escribir por la mañana y de golpe ...¡ pum! es de noche, y ni se que como se me ha ido el dia . Si no fuera porque tengo que alimentar a mis hijos, ni me levanto a comer. Si estoy sola, a las diez de la noche me agarra un hambre feroz y no entiendo por qué...y era porque me olvidé de comer por escribir . Me molesta bastante tener que tener un cuerpo y tener que levantarme para ir al baño, porque eso me interrumpe la lectura o escritura. Creo que es inevitable que quien ha ledio mucho de desde la infancia, acabe escribiendo. La lectura es la gasolina de la escriutura. Si lees mucho, estas desboraddo de vioces ajenas , y en algún moneto tienes que vopcar todo lo aprendio afuera, para que ahay lugar para más adentro tuyo, para nuevas lecturas. Leyendo aprendo de todo y escribiendo me entero de lo que aprendí a la vez que transmito para mis lectores lo que yo opino, lo que aprendí y lo que estudíe . Creo que mi tarea de escritora es procesar las cosas y darselas al lector de manera mena y divertyida, de modod tal de engancharlos por la curisoidada y que ni se den cuenta de que estan aprendiendo al leer . A mi me resultamuy divertido loq ue hag, porque la televisión ( salvo un par de programas me aburre) y la gente ( salvo un par de amigas) también . Soy muy gregaria y amo estar con gente, pero la mayoría me agota, porque les presto mucha atención y finalmente veo que siempre dicen lo mismos, o no son sinceros y honestos. Yo veo que si a mi me divierte lo que hago, hago que los demás se diviertan la leerme .
Por eso mis libros se venden bien : es que logro divertir , entretener e instruir a los demás. Creo que uno lee y escribe para vivir varias vidas en una misma vida. Una sola vida humana es bastante corta y limitada, pero la lectura te abre mil universos distinstos, y si lees mucho equivale a viajar al pasado, al futuro, a otras tierras , y a vivir mil años en perfecto estado de salud ... Mientras pueda leer, por mi que me manden a una isla desierta. Eso si, con muchos libros buenos . De todo esto que me interesa muchísimo hablo en mis blogs http://porqueescribimos.blogspot.com y http:// trucosdeescritor.blogspot.com
¿Qué libro (s) le gustaría memorizar?
Ninguno, porque tengo pésima memoria. Creo que justamente por eso escribo : para no olvidar, para registralo todo. Porque siempre pierdo las llaves . Pero cuando escribo, me gustaría tener a mano un libro que me robarion , que es poara saberselo de memoria " On writing" o " Mientras escribo" de Stephen King, el maestro de la literatura de terror. No he leído ninguna de sus novelas y relatos, pero ese libro es todo un doctorado sobre el arte de escribir . Sí que quisiera memorizarlo .
¿Cree que la literatura puede cambiar el mundo? ¿Cuál considera, su utilidad?
La utilidad de la literatura es instruir hacer pensar, consolar, hacernos más humanos y éticos. Una literatura humana seguro que a la larga mejora la calida de vida de la gente, la hace más ambiciosa para bien, no la amodorra como al tele, sino que la mantiene alerta . La buena literatura combate al racismo y la discriminación. La basura propagandista también puede arruinar el mudno, claro . No podría haber guerras entre pueblos que leen mucho, porque la literatura hace que te conmuevas con algo que escribió un francés hace 150 años, con algo que escribió un hindú hace 70 años, o con algo que escribió un griego hace 2200 años. Y cada uno de ellos te habla como si fuera tu hermano, tu novio o el vecino de enfrente , lo que prueba que los seres humanos de todas las latitudes y todos los tiempos somos todos iguales, sentimos lo mismo ante las mismas cosas, sufrimos lo mismo, sin distingos de raza, latitudes o color de piel. (Estamos hablando de gente sana, no de psicópatas como Hitler ,Slobodan Milosevic o François Duvalier.)Y al mismo tiempo, mientras alguien sostenga un libro entre las manos en silencio, no hará daño a los demás. Y si quiere hacerlo ...¡ urgente, dénle otro libro!
¿A su juicio, ¿cuál es el futuro del libro?
Apuesto al e- book en una hoja de silice de 20 gramos enrrollable donde cargas con una memoria unos 20.000 libros legibles en negro sobre blanco y a la luz del pleno sol . Las baterías se cargarían con la luz ambiental. Eso para viajar, porque siempre que viajo llevo valijas repletas con libros porque la película del avion es siempre una comedia vieja y mala. En casa, dejenme con los libnros de papel, que los llenso de marcas, notas al margen y subrayados. De todos modos, tenemos libros de papel para rato porque nadie sabe cómo mercadear los e-books sin que sean pirateados en segundos. Y, a mi entender , seguimos y seguirmos en la edad de piedra de la tecnologia: las notebooks son pesadas, la navegación en internet sigue lenta y confusa, a las computadoras solo las entienden los tecnicos, y la telefonia celular es atroz con eso de las cargas de creditos y baterías que se agotan y que en un planeta techado de satélites, en tu propia cocina no tienes señal por las rejas de la ventanas! Creo que nuestros nietos se reirán de nosotros diciendo ; " Abuela, ¿cómo te las ingeniabas par escribir libros con esos armatostes lentisimos". A esta altura, los escritores deberíamos poder dictarles los libros a máquinas autoescribientes del tamaño de un anillo, mientras regamos el jardín o navegamos en un velero . Si aún nos tenemos que sentar a tipear sobre teclados conectados a una red eléctrica es porque la mafia japonesa de Vaio , Hitachi y Toshiba junto con el otro mafioso de Bill Gates no quieren simplicarnos la vida,porque se reservan el lanzamiento de esos inventos para dentro de 50 años, o sinceramente, prefieren que la gente no lea ...así hay más intolerancia, y más guerras y se venden más armas , que es el verdadero negocio millonario que hace ricas a las potencias mundiales. ¿ Ves ? No me habia dado cuenta hasta ahora, pero creo que la lectura profusa escrita por autores con valores hasta llegaría a preservar la paz mundial . Finalmente, la lectura es le mayor antídoto contra la soledad. Cuando tiene sun libro en la mano, jamás estás solo. En mis viajes frecuentes, muchas veces me atrapa la soledad.Pero si tengo un libro, su autor me acompaña con enorme humanidad y calidez, adonde vaya.
¿La telefonía celular acabará con la literatura?

Martin Cooper, inventor del celular-( $&&)=¿$%&*!!!!).
El celular de Hansel y Gretel
Por Hernán Casciari (*)
(*) Autor de la obra "Mas respeto que soy tu madre" que interpreta con
tanto exito Antonio Gasalla.
Anoche le contaba a mi hijita Nina un cuento infantil muy famoso, el de
Hansel y Gretel de los hermanos Grimm.
En el momento más tenebroso de la aventura, los niños descubren que unos
pájaros se han comido las estratégicas bolitas de pan, un sistema muy simple
que los hermanitos habían ideado para regresar a casa. Hansel y Gretel se
descubren solos en el bosque, perdidos, y comienza a anochecer.
Mi hija me dice, justo en ese punto de clímax narrativo: 'No importa. Que
lo llamen al papá por el celular'.
Yo entonces pensé, por primera vez, que mi hija no tiene una noción de la
vida ajena a la telefonía inalámbrica. Y al mismo tiempo descubrí qué
espantosa resultaría la literatura -toda ella, en general- si el teléfono
móvil hubiera existido siempre, como cree mi hija de cuatro años.
Cuántos clásicos habrían perdido su nudo dramático, cuántas tramas
hubieran muerto antes de nacer, y sobre todo qué fácil se habrían
solucionado los intríngulis más célebres de las grandes historias de
ficción.
Piense el lector, ahora mismo, en una historia clásica, en cualquiera que
se le ocurra. Desde la Odisea hasta Pinocho, pasando por El viejo y el mar,
Macbeth, El hombre de la esquina rosada o La familia de Pascual Duarte. No
importa si el argumento es elevado o popular, no importa la época ni la
geografía.
Piense el lector, ahora mismo, en una historia clásica que conozca al
dedillo, con introducción, con nudo y con desenlace.
¿Ya está?
Muy bien. Ahora ponga un celular en el bolsillo del protagonista. No un
viejo aparato negro empotrado en una pared, sino un teléfono como los que
existen hoy: con cobertura, con conexión a correo electrónico y chat, con
saldo para enviar mensajes de texto y con la posibilidad de realizar
llamadas internacionales cuatribanda.
¿Qué pasa con la historia elegida? ¿Funciona la trama como una seda, ahora
que los personajes pueden llamarse desde cualquier sitio, ahora que tienen
la opción de chatear, generar videoconferencias y enviarse mensajes de
texto? ¿Verdad que no funciona un carajo?.
La Niña, sin darse cuenta, me abrió anoche la puerta a una teoría
espeluznante: la telefonía inalámbrica va a hacer añicos las viejas
historias que narremos, las convertirá en anécdotas tecnológicas de calidad
menor.
Con un teléfono en las manos, por ejemplo, Penélope ya no espera con
incertidumbre a que el guerrero Ulises regrese del combate.
Con un móvil en la canasta, Caperucita alerta a la abuela a tiempo y la
llegada del leñador no es necesaria.
Con telefonito, el Coronel sí tiene quién le escriba algún mensaje, aunque
fuese spam.
Y Tom Sawyer no se pierde en el Mississippi, gracias al servicio de
localización de personas de Telefónica.
Y el chanchito de la casa de madera le avisa a su hermano que el lobo está
yendo para allá.
Y Gepetto recibe una alerta de la escuela, avisando que Pinocho no llegó
por la mañana.
Un enorme porcentaje de las historias escritas (o cantadas, o
representadas) en los veinte siglos que anteceden al actual, han tenido como
principal fuente de conflicto la distancia, el desencuentro y la
incomunicación. Han podido existir gracias a la ausencia de telefonía
móvil.
Ninguna historia de amor, por ejemplo, habría sido trágica o complicada,
si los amantes esquivos hubieran tenido un teléfono en el bolsillo de la
camisa.
La historia romántica por excelencia (Romeo y Julieta, de Shakespeare)
basa toda su tensión dramática final en una incomunicación fortuita: la
amante finge un suicidio, el enamorado la cree muerta y se mata, y entonces
ella, al despertar, se suicida de verdad. (Perdón por el espoiler).
Si Julieta hubiese tenido teléfono móvil, le habría escrito un mensajito
de texto a Romeo en el capítulo seis:
M HGO LA MUERTA, PERO NO TOY MUERTA. NO T PRCUPES NI HGAS IDIOTCS. BSO.
Y todo el grandísimo problemón dramático de los capítulos siguientes se
habría evaporado. Las últimas cuarenta páginas de la obra no tendrían
gollete, no se hubieran escrito nunca, si en la Verona del siglo catorce
hubiera existido la promoción 'Banda ancha móvil' de Movistar.
Muchas obras importantes, además, habrían tenido que cambiar su nombre por
otros más adecuados.
La tecnología, por ejemplo, habría desterrado por completo la soledad en
Aracataca y entonces la novela de García Márquez se llamaría 'Cien años sin
conexión': narraría las aventuras de una familia en donde todos tienen el
mismo nick (buendia23, a.buendia, aureliano_goodmornig) pero a nadie le
funciona el Messenger.
La famosa novela de James M. Cain -'El cartero llama dos veces'- escrita
en 1934 y llevada más tarde al cine, se llamaría 'El gmail me duplica los
correos entrantes' y versaría sobre un marido cornudo que descubre (leyendo
el historial de chat de su esposa) el romance de la joven adúltera con un
forastero de malvivir.
Samuel Beckett habría tenido que cambiar el nombre de su famosa
tragicomedia en dos actos por un título más acorde a los avances técnicos.
Por ejemplo, 'Godot tiene el teléfono apagado o está fuera del área de
cobertura', la historia de dos hombres que esperan, en un páramo, la llegada
de un tercero que no aparece nunca o que se quedó sin saldo.
En la obra 'El jotapegé de Dorian Grey', Oscar Wilde contaría la historia
de un joven que se mantiene siempre lozano y sin arrugas, en virtud a un
pacto con Adobe Photoshop, mientras que en la carpeta Images de su teléfono
una foto de su rostro se pixela sin remedio, paulatinamente, hasta perder
definición.
La bruja del clásico Blancanieves no consultaría todas las noches al
espejo sobre 'quién es la mujer más bella del mundo', porque el coste por
llamada del oráculo sería de 1,90 la conexión y 0,60 el minuto; se
contentaría con preguntarlo una o dos veces al mes. Y al final se cansaría.
También nosotros nos cansaríamos, nos aburriríamos, con estas historias de
solución automática. Todas las intrigas, los secretos y los destiempos de la
literatura (los grandes obstáculos que siempre generaron las grandes tramas)
fracasarían en la era de la telefonía móvil y del wifi
Todo ese maravilloso cine romántico en el que, al final, el muchacho corre
como loco por la ciudad, a contra reloj, porque su amada está a punto de
tomar un avión, se soluciona hoy con un SMS de cuatro líneas.
Ya no hay ese apuro cursi, ese remordimiento, aquella explicación que
nunca llega; no hay que detener a los aviones ni cruzar los mares. No hay
que dejar bolitas de pan en el bosque para recordar el camino de regreso a
casa. La telefonía inalámbrica -vino a decirme anoche la Nina, sin querer-
nos va a entorpecer las historias que contemos de ahora en adelante. Las
hará más tristes, menos sosegadas, mucho más predecibles.
Y me pregunto, ¿no estará acaso ocurriendo lo mismo con la vida real, no
estaremos privándonos de aventuras por culpa de la conexión
permanente? ¿Alguno de nosotros, alguna vez, correrá desesperado al
aeropuerto para decirle a la mujer que ama que no suba a ese avión, que la
vida es aquí y ahora?
No. Le enviaremos un mensaje de texto lastimoso, un mensaje breve desde el
sofá. Cuatro líneas con mayúsculas. Quizá le haremos una llamada perdida, y
cruzaremos los dedos para que ella, la mujer amada, no tenga su telefonito
en modo vibrador.
¿Para qué hacer el esfuerzo de vivir al borde de la aventura, si algo
siempre nos va a interrumpir la incertidumbre? Una llamada a tiempo, un
mensaje binario, una alarma.
Nuestro cielo ya está infectado de señales y secretos: cuidado que el
duque está yendo allí para matarte, ojo que la manzana está envenenada, no
vuelvo esta noche a casa porque he bebido, si le das un beso a la muchacha
se despierta y te ama. Papá, ven a buscarnos que unos pájaros se han comido
las migas de pan.
Nuestras tramas están perdiendo el brillo -las escritas, las vividas,
incluso las imaginadas- porque nos hemos convertido en héroes perezosos.
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Respuesta de Ana von Rebeur ( autora de la comedia teatral "Nadie plancha como yo", que con tanto éxito interpreta Valeria Kamenet)
La literatura gozará de buena salud por muchos siglos más, Casciari, dado que:
-Julieta no le podría avisar a Romeo, porque él se quedó sin batería.
- A Gepetto no le avisarían de ninguna escuela, porque las escuelas nunca avisan nada .
- Ni Tom Sawyer tenía señal en el Mississipi , ni Caperucita tenía cobertura en el bosque.
- El chanchito no podría avisar que llega el lobo, porque se dejó el cargador en lo del chanchito práctico.
- El Coronel no tiene quien le escriba porque los mensajes de texto le llegan una semana despúes .
- Al celular del Hombre de la Esquina Rosada le salta un contestador cuando él nunca contrató un modo de recibir los correos de voz.
- A la bruja de Blancanieves, de tanto mirarse al espejo, se le caería el celu en el inodoro.
- Macbeth no encuentra su celu, que además de ser negro ( los fabrican asi para que los perdamos y compremos otro) ...al estar perdido, se quedó sin batería.
- El Viejo de El Viejo y el Mar gastó la batería escuchando música
- Penélope apagó el celu para no vivir angustianda esperando que Ulises la llame ( un teléfono mirado nunca suena ).
-Godot se aburría de tanto esperar , empezó a jugar con su celu revoleándolo por el aire ...y lo rompió.
- Hansel no tenía el celular pensando que lo había llevado Gretel y ella no lo había llevado pensando que lo tenía Hansel.
La literatura sigue en pie, porque la tecnología actual sigue siendo una bosta:
-la batería no se carga con la luz solar ,
-no tiene señal en el bosque...ni en la cocina de tu casa ...¡ por que las ondas no traspasan las rejas de la ventana!
-los celulares no son de goma ni rebotan al caer
- no flotan en el agua
- no son de colores fluo ni brillan en la oscuridad...
- ¡ ni suena una alarma cuando pasa más de dos horas lejos del calor del cuerpo humano!
¡ Que alguien le avise a Steve Jobs, Movicom y Personal!
Seguimos en la Era de Piedra de las comunicaciones...
domingo, 29 de agosto de 2010
"¿Por qué cuernos me engañaste?" : Nuevo libro, y nuevo blog

Acabo de inaugurar un nuevo blog con avances de mi nuevo libro " ¿ Por qué cuernos me engañaste?" ( Todo acerca de la infidelidad) de Ana von Rebeur ( Editorial Norma), que ya está en todas las librerías . Visitalo, te vas a divertir mucho.
Su dirección es :
http://porquecuernosmeenganiaste.blogspot.com ( cuidado : no va con ñ sino con ni: enganiaste)
¡ Espero tus comentarios!
martes, 4 de agosto de 2009

Como si estuviéramos asistiendo a la más impresionante conferencia de escritores de todos los tiempos,casi 600 expertos de las letras nos cuentan con honestidad descarnada sus intimidades frente al acto de escribir y los motivos que los impulsan a hacerlo.
Este liblog ( libro-blog) muestra opiniones personales de novelistas, poetas, dramaturgos y creadores de todas las culturas y tiempos. La literatura tiene el enorme poder de trascender y transformar. Los escritores enseñan los detalles personales y universales de la experiencia humana, sacuden la sensibilidad, atraviesan barreras emocionales, descubren posibilidades futuras. A través de ellos confrontamos nuestras sombras y nos llenamos de inspiracion para sacar lo mejor de nosotros mismos. Se trate de ficción o de plasmar la realidad, ellos siempre alimentan el alma humana.
¿Qué motiva a estos creadores que nos iluminan el camino?
Escribir no es fácil y siempre es riesgoso, y muchas veces implica desnudar el alma visceralmente.Pero al escritor no le importa, y persevera en esta solidaria tarea de darnos consuelo a través de sus textos.
Esta edición reúne veinte años de investigación y búsqueda en textos, cartas, conferencias, biografías y entrevistas hasta obtener la respuesta de medio millar de escritores de diferentes países y de distintos periodos de la historia.
Al revelar por qué escriben, todos opinan sobre temas aún más profundos que su oficio: los temores, la muerte, el coraje y el sentido de la existencia humana.
Escribir es un acto de mostrarse desde las entrañas, y hablar de la escritura es compartir lo más intimo de cada escritor con lo más intimo de cada lector.
Sus confesiones son una extraordinaria ayuda ante el desaliento, al demostrar que creadores gigantes sufrieron bloqueos, dudas, la indiferencia de sus editores y el desasosiego de no saber cómo seguir adelante con su propósito. Así todo, no se rindieron. Siguieron intentándolo, porque porque crear es una manera de vivir.
Sus testimonios son un manual de auxilio para creadores bloqueados, una fuente de consuelo cuando la inspiración declina, y una guía espiritual ante el desaliento, porque crear es un acto de fe y de perseverancia.
Conrad, Rilke, Kafka, Flaubert, Borges, Simenon, Woolf, Duras, Pessoa, Onetti, Faulkner, García Márquez, Nabokov, Rulfo, Highsmith, Proust, Bioy, Bernhard, Monterroso, Carver y muchos otros nombres célebres nos explican por qué dedicaron sus vidas a esta dulce condena ( de acuerdo a Onetti) , a esta diversión desesperada (según Juan Filloy), a esta maldita condena ( según Julio Cortázar), a esta maldición que salva ( según Clarice Lispector).
Cuenta con un prólogo de 29 páginas en el que explico el sentido de este libro, a la vez que realizo una breve historia de la narrativa, explico lo que la literatura tiene de orgánico , planteo la polémica entre literatura comercial o literatura “seria” y se mencionas nociones para facilitar incentivos a la lectura.
Este liblog ( libro-blog) muestra opiniones personales de novelistas, poetas, dramaturgos y creadores de todas las culturas y tiempos. La literatura tiene el enorme poder de trascender y transformar. Los escritores enseñan los detalles personales y universales de la experiencia humana, sacuden la sensibilidad, atraviesan barreras emocionales, descubren posibilidades futuras. A través de ellos confrontamos nuestras sombras y nos llenamos de inspiracion para sacar lo mejor de nosotros mismos. Se trate de ficción o de plasmar la realidad, ellos siempre alimentan el alma humana.
¿Qué motiva a estos creadores que nos iluminan el camino?
Escribir no es fácil y siempre es riesgoso, y muchas veces implica desnudar el alma visceralmente.Pero al escritor no le importa, y persevera en esta solidaria tarea de darnos consuelo a través de sus textos.
Esta edición reúne veinte años de investigación y búsqueda en textos, cartas, conferencias, biografías y entrevistas hasta obtener la respuesta de medio millar de escritores de diferentes países y de distintos periodos de la historia.

Al revelar por qué escriben, todos opinan sobre temas aún más profundos que su oficio: los temores, la muerte, el coraje y el sentido de la existencia humana.
Escribir es un acto de mostrarse desde las entrañas, y hablar de la escritura es compartir lo más intimo de cada escritor con lo más intimo de cada lector.
Sus confesiones son una extraordinaria ayuda ante el desaliento, al demostrar que creadores gigantes sufrieron bloqueos, dudas, la indiferencia de sus editores y el desasosiego de no saber cómo seguir adelante con su propósito. Así todo, no se rindieron. Siguieron intentándolo, porque porque crear es una manera de vivir.
Sus testimonios son un manual de auxilio para creadores bloqueados, una fuente de consuelo cuando la inspiración declina, y una guía espiritual ante el desaliento, porque crear es un acto de fe y de perseverancia.
Conrad, Rilke, Kafka, Flaubert, Borges, Simenon, Woolf, Duras, Pessoa, Onetti, Faulkner, García Márquez, Nabokov, Rulfo, Highsmith, Proust, Bioy, Bernhard, Monterroso, Carver y muchos otros nombres célebres nos explican por qué dedicaron sus vidas a esta dulce condena ( de acuerdo a Onetti) , a esta diversión desesperada (según Juan Filloy), a esta maldita condena ( según Julio Cortázar), a esta maldición que salva ( según Clarice Lispector).

Cuenta con un prólogo de 29 páginas en el que explico el sentido de este libro, a la vez que realizo una breve historia de la narrativa, explico lo que la literatura tiene de orgánico , planteo la polémica entre literatura comercial o literatura “seria” y se mencionas nociones para facilitar incentivos a la lectura.
¿ Por qué escriben los que escriben?

Prólogo, compilación, entrevistas y traducciones de
Ana von Rebeur
Ana von Rebeur
Aquí he compilado las opiniones personales de novelistas, poetas, dramaturgos y creadores de todas las culturas y tiempos. La literatura tiene el enorme poder de trascender y transformar. Los escritores nos revelan con precisión entomológica las características personales y universales de la experiencia humana. Ellos sacuden la sensibilidad, atraviesan barreras emocionales, descubren posibilidades futuras. A través de ellos confrontamos nuestras sombras y nos llenamos de inspiración para sacar lo mejor de nosotros mismos. Se trate de ficción o de plasmar la realidad, ellos siempre alimentan el alma humana. Por eso creo que este es el más completo manual de autoayuda que escriñi en mi vida . Los sabios de todos los tiempos nos indican aqui como vivir.
¿Qué motiva a estos creadores a que nos iluminen el camino?
Escribir no es fácil y siempre es riesgoso, y muchas veces implica desnudar el alma visceralmente.Pero al escritor no le importa, y persevera en esta solidaria tarea de darnos consuelo a través de sus textos.
Este material que aquí exhibo por primera vez reúne más de veinte años de investigación y búsqueda en textos, cartas, conferencias, biografías y entrevistas hasta obtener la respuesta de medio millar de escritores de diferentes países y de distintos períodos de la historia. Y conste que lo hice muchos años antes de la llegada a nuestra manos de la Intrenet , ese medio fabuloso de investigación universal, que nos hace sentir a quienes vivimos sin ella como el eslabón perdido entre el chimpancé y el homo sapiens , en lo que a investigación se refiere.
¿Por qué elegí investigar este tema? Porque me pareció muy curioso que al revelar por qué escriben, todos los escritores no sólo dan su opinión sobre la escritura, sino sobre temas muchos más profundos que su oficio: los temores, la muerte, el coraje y el sentido profundo de la existencia humana. Escribir es un acto de mostrarse desde las entrañas y hablar de la escritura es compartir lo más intimo de cada escritor con lo más intimo de cada lector.
Sus confesiones son una extraordinaria ayuda ante el desaliento, al demostrar que creadores gigantes sufrieron bloqueos, dudas, la indiferencia de sus editores y el desasosiego de no saber cómo seguir adelante con su propósito, ni sabre si algñun dñía sus escritoresserñían publicados.. Así todo, no se rindieron. Siguieron intentándolo, porque porque crear es una manera de vivir.
Sus testimonios son un manual de auxilio para aquellos que han perdido el rumbo , para creadores bloqueados, una fuente de consuelo cuando la inspiración declina, y una guía espiritual ante el desaliento, porque crear es un acto de fe y de perseverancia.
Conrad, Rilke, Kafka, Flaubert, Borges, Simenon, Woolf, Duras, Pessoa, Onetti, Faulkner, García Márquez, Nabokov, Rulfo, Highsmith, Proust, Bioy, Bernhard, Monterroso, Carver y muchos otros nombres célebres nos explican por qué dedicaron sus vidas a esta dulce condena ( de acuerdo a Onetti) , a esta diversión desesperada (según Juan Filloy), a esta maldita condena ( según Julio Cortázar), a esta maldición que salva ( según Clarice Lispector).
Antes de que vayamos a las opiniones de los creadores, hay un prólogo donde podrás leer una breve historia de la narrativa, explicaré lo que la literatura tiene de orgánico , plantearé la polémica entre literatura comercial o literatura “seria” y daré nociones para facilitar incentivos a la lectura, y por ende , a la escritura. Porque para ser escritor, la primera condicionn es leer tanto como para que nos desborden palabras que hay que volcar otra vez en papel, o acabar asfixiado con las ideas gestadas por la lectura. O por lo menos, algunos escritores así lo sienten al acto de escribir.
Las opiniones de los mayores creadores respecto a la escritura han sido para mi el mayor manual de autoayudaante tiempos de crisis que jamás pude encontrar. Son gente sabia que han tenido momentos complicados, y han salido de ellos para trascender en la cultura, a través de esta acto solidario y generoso que es escribir lo mejor que uno pueda , que creo que resume como ninguna otra actividad cuánto bien hace dar (porque escribir es dar) y cómo se despeja la mente cuando uno pone lo que piensa en estos extraños signos negros, como hormigas en el papel, que son los morfemas unidos, cadenas de letras enhebradas: las palabras .
¿Por qué se escribe?
En 1919, André Breton, Philippe Soupault y Louis Aragon- directores de la revista Littérature - solían reunirse en “Le Petit Grillon”, un café en los alrededores de la Ópera de París, para conversar, beber , ecribir y planear el próximo número de la revista .
Desde una mesa vecina un parroquiano, noche tras noche, los observaba insistentemente. Cansados de ser objeto de esa vigilancia, le preguntaron: “¿Por qué nos mira así?” Y el hombre les respondió: “Es que me gustaría saber por qué escriben ustedes”. Breton y sus dos camaradas se miraron unos a otros, intrigados: “En verdad...¿Por qué escribimos?”
Sin querer responder ellos mismos, se les ocurrió plantear esa misma pregunta en la edición de octubre de 1919 de su revista .
Recibieron 65 respuestas de escritores franceses famosos de la época. Ninguno respondía lo mismo. Knut Hamsun escribió: “Escribo para acortar el tiempo». Paul Valéry respondió : “Lo hago por debilidad”. Max Jacob dijo “ Escribo para escribir mejor” .La encuesta no pretendía ser algo demasiado serio, y muchos escritores respondieron a tal efecto. Pero cada frase de esa encuesta fue reproducida en infinidad de diarios de todo el mundo.
Las razones de por qué se escribe son tan profundas y misteriosas como los motivos para emprender cualquier acto creador. Pero son quizás más inquietantes ante este la tarea complicada, solitaria y poco reconocida de escribir. ¿Por qué se escribe? No se gana dinero, como haciendo cine o televisión, no se gana reconocimiento como lo haría un médico, no es algo divertido y social como ser director de orquesta o chef de cocina, ni útil como ser dentista o albañil. Hasta es antipático tener que encerrarse en un cuarto diciendo: “No me interrumpan que tengo que escribir”.
Con un libro publicado tampoco es probable que aumente el reconocimiento, sino la envidia de los pares.
Por eso hay que preguntar por qué se escribe.
Porque no se entiende por qué se escribe.
Roland Barthes reconoce que “Escribir es el duro trabajo del exilio: precisa correcciones incesantes y tiene necesidad de horarios demesurados para obtener un ínfimo rendimiento”(“El grado cero de la escritura”). Y cita : “Proust se pregunta :¿ Viviré el tiempo suficiente para escribir lo que quiero? Sí, si sacrifico mi vida mundana para escribir”.
Se comprende que uno quiera sacrificar la vida para asistir a los humildes, para descubrir un tesoro, o para encontrar la vacuna contra el sida. Pero...¿sacrificar la vida para escribir? ¿ Qué buscan los escritores con esta incomprensible obsesión?.
Cada página de este libro busca descubrir por qué se escribe, siempre de manera imprescindible, compulsiva y urgente.
Desde una mesa vecina un parroquiano, noche tras noche, los observaba insistentemente. Cansados de ser objeto de esa vigilancia, le preguntaron: “¿Por qué nos mira así?” Y el hombre les respondió: “Es que me gustaría saber por qué escriben ustedes”. Breton y sus dos camaradas se miraron unos a otros, intrigados: “En verdad...¿Por qué escribimos?”
Sin querer responder ellos mismos, se les ocurrió plantear esa misma pregunta en la edición de octubre de 1919 de su revista .
Recibieron 65 respuestas de escritores franceses famosos de la época. Ninguno respondía lo mismo. Knut Hamsun escribió: “Escribo para acortar el tiempo». Paul Valéry respondió : “Lo hago por debilidad”. Max Jacob dijo “ Escribo para escribir mejor” .La encuesta no pretendía ser algo demasiado serio, y muchos escritores respondieron a tal efecto. Pero cada frase de esa encuesta fue reproducida en infinidad de diarios de todo el mundo.
Las razones de por qué se escribe son tan profundas y misteriosas como los motivos para emprender cualquier acto creador. Pero son quizás más inquietantes ante este la tarea complicada, solitaria y poco reconocida de escribir. ¿Por qué se escribe? No se gana dinero, como haciendo cine o televisión, no se gana reconocimiento como lo haría un médico, no es algo divertido y social como ser director de orquesta o chef de cocina, ni útil como ser dentista o albañil. Hasta es antipático tener que encerrarse en un cuarto diciendo: “No me interrumpan que tengo que escribir”.
Con un libro publicado tampoco es probable que aumente el reconocimiento, sino la envidia de los pares.
Por eso hay que preguntar por qué se escribe.
Porque no se entiende por qué se escribe.
Roland Barthes reconoce que “Escribir es el duro trabajo del exilio: precisa correcciones incesantes y tiene necesidad de horarios demesurados para obtener un ínfimo rendimiento”(“El grado cero de la escritura”). Y cita : “Proust se pregunta :¿ Viviré el tiempo suficiente para escribir lo que quiero? Sí, si sacrifico mi vida mundana para escribir”.
Se comprende que uno quiera sacrificar la vida para asistir a los humildes, para descubrir un tesoro, o para encontrar la vacuna contra el sida. Pero...¿sacrificar la vida para escribir? ¿ Qué buscan los escritores con esta incomprensible obsesión?.
Cada página de este libro busca descubrir por qué se escribe, siempre de manera imprescindible, compulsiva y urgente.
El placer de dar placer

Escribir no es una tarea como cualquier otra.
En primer lugar, requiere un compromiso absoluto en cuerpo y alma. Hay que enhebrar palabras con precisión y delicadeza de joyero o cirujano, sin que sobre ni falte ninguna pieza, aplicando a la vez la técnica bruta de un leñador, talando sin pena todo lo que sobre, por más trabajo que haya costado armarlo.Hay que pensar de manera tridimensional para lograr una estructura arquitectónica, simétrica y equilibrada, lo que se logra con la frialdad y prolijidad de un ingeniero.
Un escritor debe seducir furtivamente al lector para que quiera quedarse leyendo en lugar de hacer otra cosa.Para esto debe intrigarlo, prometerle sorpresas, debe mostrarle un espejo en el que lea un destino paralelo. Debe adularlo, mostrarle cuán inteligente es, debe hacerle bromas, conquistarlo. Pero a la vez , tiene que morderle las pantorrillas para no dejarlo ir, incitándolo a seguir leyendo e impidiéndole a toda costa que haga lo más fácil: encender el televisor. “Al lector hay que agarrarlo de un cachetazo, sentarlo ahí y contarle la historia le guste o no le guste.”, dice Guillermo Saccomano.
Los escritores viven obsesionados. “La cuestión no es yo en tanto escritor, sino más bien el escritor en tanto yo”, dice Peter Handke.Se obsesionan por encontrar el tono, la palabra justa, el final, la credibilidad de los personajes. La simetría de cada capítulo debe alcanzar la paradoja de que el escrito sea sólido como el cemento y ligero como una pluma, redondo como toda buena historia circular , con ejes de apariencia meandrosa pero certeros como flecha , que es lo que arma la estructura del texto.
“El narrador va a escribir”, dice Barthes, “y ese futuro lo mantiene en un orden de la existencia, no de la palabra. Está encadenado a una psicología, no a una técnica”
Para escribir bien se precisa aislamiento absoluto, noches sin dormir, ideas que no pueden compartirse. Y lo peor es que hay que tratar de buscar las palabras para expresar lo que en verdad no puede decirse. Y tampoco deben decirlo, sino que deben sugerirlo, porque la literatura trata más de lo no dicho que de lo dicho. Escribir se trata de descubrir lo oculto, el revés de la trama caótica de la vida.
Los escritores viven en el desasosiego de saber que tienen una capacidad frágil y preciosa, que puede perderse de un día para el otro si no la ejercitan de buena manera. Tampoco saben si van por el camino correcto, y si este impulso de tratar de servir de antena al inconsciente colectivo tendrá un resultado interesante y no tedioso.
Todos ellos pasan años llenando páginas que muchas veces acaban en la basura. Tomás Eloy Martínez tiene varias versiones completas previas de cada una de sus novelas, “inéditas por malas, habían nacido muertas” . Augusto Roa Bastos mantuvo tres obras sin publicar y arrojó otras dos al fuego, hoja por hoja,“porque a pesar de haber trabajado en ellas durante unos cinco años, eran obras que nacieron fallida.” Gabriel García Márquez confiesa: “Es increíble, pero siempre termino haciendo alrededor de diez versiones diferentes del mismo libro. Una barbaridad”. Ovidio decia "Escribí mucho , pero lo que pensé que estaba defectuoso lo lancé a las llamas , para que ellas lo revisen." Plinio afirmaba en sus Epístolas “El excesivo pulir debilita una obra en vez de perfeccionarla"(“Nimia cura deterit magis quam emendat")
En el mundo de los escritores veremos que hay grandes coincidencias y enormes disensos. En este libro se percibe quiénes de ellos podrían ser grandes amigos y quiénes estarían discutiendo a los cinco minutos de verse las caras. Pero todos ellos insisten en esa búsqueda imperiosa del libro bien logrado. Se les va la vida en eso, porque sólo entienden el mundo si lo escriben.
Un escritor sabe que si logra expresarse bien, logrará que el lector se sienta reconfortado al ver que alguien describió una realidad tantas veces inasible. Dedica su vida a salvarse a sí mismo salvando a otro- el lector desconocido- que disfruta al ver la volatilidad de los pensamientos tan bien anclada a través de ese invento mágico con el que contamos desde hace sólo 5200 años, que es la escritura.
Así visto, pareciera que el escritor realiza una labor solidaria, desinteresadamente humanitaria. Sin embargo, dado que la escritura trasciende el tiempo y el espacio, y dado que quien la realiza se sumerge en un mundo propio con regla propias y tiempos propios, la verdad es que el escritor, hace esto para su propio sosiego y placer. O por el placer de dar placer.
“Ella ( Virginia Woolf) es una mujer afortunada,” dice una actriz en el film “Las Horas”- “¿No ves la suerte que tiene? Tiene dos vidas : la que vive y la de la novela que está escribiendo”.Se escribe para vivir más intensamente la vida .
Ya se sabe que no importa tanto qué se cuente sino cómo se lo cuente. Un libro sin mucho tema puede leerse porque es esencialmente ameno. Pero el escritor tiene, afortunadamente, otra opción, que es la de conseguir y conservar a sus lectores prometiéndoles que algo va a pasar y manteniendo su promesa. Así comienzan el Qujote y La Ilíada . A nadie le interesaría conocer la vida en un monasterio medieval ( “ El nombre de la rosa” , de Humberto Eco) ni la historia de un príncipe de Dinamarca ( “ Hamlet” . de Shakespeare) si el autor no le diera una fuerte expectativa de que algo va a suceder, de que va a mantener y desarrollar el interés de los hechos. Los mejores libros del mundo nos enseñan cosas de manera entretenida.
El ser humano es una especie obsesionada con saber más. Lo que no sabe, lo inventa. Pero, además, es tan perezoso que prefiere ahorrarse este trabajo y que sea otro el que inventa una explicación que complete el confuso cuadro de la realidad. Llegará hasta el final de un libro que les prometa sorpresa y descubrimiento.
“El escritor puede estar seguro de que sus lectores estarán con él mientras que lo que el escriba parezca moverse hacia una conclusión. Mantener un sentido de movimiento, de progreso, es la esencia del arte de escribir.” ("The craft of writing", Prentice -Hall Inc, N.J.) Además, el final debe ser brillante:”La literatura es el fósforo que brilla más en el momento en que intenta morir”, dijo Barthes.
Mantener un sentido de progreso para llegar a un final brillante es un esfuerzo titánico para el escritor más avezado. ¿Por qué inisiten en intentarlo sin tener garantías de lograra la celebridad a través de estos esfuerzos?
“El Arte es generosidad” dice Brenda Ueeland. “Es compartir nuestra obra con los demás, pero no para satisfacer nuestro ego, sino por el placer de que otras personas lo disfruten. La escritura falla cuando no hay generosidad ni intercambio vivo con el lector.”
Rodrigo Fresán suscribe a esto: ”Contar los libros bien , contarlos rápido, contar la esencia de las pasiones quizás sea una de las formas más exquisitas de la piedad”
Los escritores son gente generosa.
También lo son los editores. En 1947, Marguerite Duras entrevistó en1957 para la revista France Observateur a un director literario francés anónimo que afirmaba que lamentablemente sólo se publica un libro cada cien.
Duras le preguntó :
“-¿Cual es el punto en común a toda literatura, buena o mala, el único?
- Escribir es una necesidad feroz, trágica, en los escritores y más, con frecuencia, en los malos que en los buenos. Es un empeño que exige a veces un esfuerzo moral extraordinario. El autor, para realizar su novela, se alimenta no sólo de su ocio, sino de su oficio. Está siempre solo, sobre todo en provincias donde se escribe para salir de la asfixia. Inútil decir que e rechazo es siempre algo horrible, a veces trágico. Rechazar un manuscrito sobretodo un primer manuscrito, es rechazar un hombre entero, recusarlo
- ¿El milagro de un uno por ciento?
- Sí, a veces se lo reconoce inmediatamente, a veces hay que esperar varias páginas, pero es raro.
- ¿Cómo los reconoce usted?
- Por la impresión súbita de tocar una tela distinta .Entonces se experimenta una alegría intensa y temblorosa. No imagina usted lo que puede ser eso. Se avanza en la lectura del manuscrito temblando por temor a verlo decaer, y a romperse de pronto. Cuando se llega al final, se experimenta un orgullo, sí, un orgullo estúpido a decir verdad, porque es el azar el que le ha hecho a uno descubrir ese libro y no a otro. Finalmente, se anuncia a todo el mundo.” ( Marguerite Duras « Outside » Plaza & Janés Mayo, 1993)
También los editores se alegran al ver que otro ha logrado lo que se espera de la literatura: que nos haga vibrar de emoción.
Un oficio riesgoso

Sentarse a escribir siempre es riesgoso. Las palabras son traicioneras, y representan solo un canal único de comunicación. Es como si uno estuviera grabando un concierto de una orquesta sinfónica con un micrófono sólo para un segundo violín. Nuestra mente funciona con múltiples canales.Los pensamientos no son lineales. Uno puede estar hablando con alguien- creyendo que comunica lo que piensa- y no se comunica para nada, porque al mismo tiempo está pensando en lo que hará luego, en que la silla es incómoda, en que mientras habla los demás se comen todo el salame y el queso , y en qué cara de nada tiene el otro al escucharnos, y en lo que el de al lado está fumando demasiado, pero mejor callarlo, y en que mejor no decir lo que verdaderamente pensamos de aquella anécdota que estamos contando, porque van a pensar y entonces para qué la cuenta .
Cuando uno escribe tiene que elegir una sola línea limpia de pensamiento- un solo violín , un triángulo, una flauta-, despojada del resto de la orquesta. Un pensamiento solo, lineal, pelado de otras connotaciones, no es exactamente lo que sucede en la cabeza de nadie mientras se comunica. Por eso, para sentarse a escribir, lo primero que hay que hacer es decidir qué vamos a recortar de todo lo que realmente pensamos.Y al fingir en la escritura que el nuestro es un pensamiento lineal, despojado de segundos y terceros pensamientos, estamos ocultando mucho, estamos mintiendo y estamos estafando al lector, haciéndole creer que somos tan unidimensionales como el papel donde escribimos.
Por esto, en el momento de la escritura, el escritor se juega entero. Porque tiene que hablar en negro sobre blanco., No se damiten grises, peros, ni “depende”, ni “ podría ser”. Se escribe de manera tajante, filosa.
Al hacer el recorte de su pensamiento que impone la escritura, esl escritor está mostrando una sola faceta de sus multifacetado pensamiento. ¿Está mostrando la más apropiada? ¿Se comprenderá lo que quiere expresar? ¿ Y si se malinterpreta? ¿ Y si se presta a otra lectura?
Para sobrevivir, cualquier escritor debe trabajar de otra cosa. Y la mayoría de los que escribimos trabajamos como periodistas, que es recortar la realidad. Y nos jugamos el pellejo con cada recorte. A veces hasta hacemos collages de resultado extraño.
Cuando uno hace crónicas, siempre falta o sobra algo que puede no coincidir con la apreciación de los hechos que tiene otro. Cuando hace entrevistas, es probable que acabe enojando al entrevistado, por aquello de no permitir que la verdad arruine un buen párrafo. Toda entrevista es mentirosa, porque hay que hablar maravillas de alguien que tal vez no lo merezca. Pero si contamos la cruda verdad del reportaje, el editor nos dirá “ ¿ Y por qué habría de publicar una entrevista donde decís que el entrevistado es medio tonto y muy soberbio?”. Entonces, en periodismo casi siempre se miente, se exagera, se disfraza u oculta. En especial porque queremos que entrevistados e informantes nos sigan abriendo las puertas y no teman a nuestro poder de difamación. Pero además, es nuestro deber hacer sentir al lector que valió la pena que se haya tomado el esfuerzo de habernos leído. Para eso , el lector debe sentir que lo que leyó es trascendente. Aún no existe el periodismo tan sincero que pueda decir “ No viaje a las Bahamas: son aburridisimas y le mostramos por qué ". Pero esto se conjuga con que la labor del periodista es ser creíble, y decir todo de la manera más cercana a la verdad. Y así nos vemos, en la peligrosa e inestable cuerda floja de tratar de ser fieles a la realidad de los hechos y de las palabras que nos dijo el entrevistado, tratando de ocultar lo torpe o mezquino, tratando de hacer foco en lo valioso y nuevo, tratando de enriquecer la versión original, siempre con el pánico a cuestas de cometer un error, hablar de más, inferir algo impropio. Todos llevamos a cuestas el bochorno de un subtítulo irónico que ofendió a alguno – “ No, no es nada personal …es que la nota tenía que tener algún gancho o no la leía nadie” - , un tentador off the record “ que te juro que lo puso mi editor, yo jamás lo hubiera puesto” o una cita del pasado, en la que el entrevistado ya no se reconoce: “ pero te juro que lo dijiste vos en el año ´98...¡ busco la fuente y te lo muestro!” .
Si uno escribe ensayo, está la obsesión por chequear mil veces si el dato es correcto. Y si se encuentra con diez versiones distintas del mismo asunto, elije la más plausible, cierra los ojos, contiene la respiración y la plasma en letra escrita, irreversible, imperdonable, la frase que teme que un día sea refutada por un experto y reste credibilidad a las otras 245 páginas.
Si escribe una carta, nunca sabe si resulta demasiado temprana, o muy tardía, o muy ansiosa, o demasiado entusiasta, o muy cortante, o muy sensiblera.
Si escribe ficción está el tema de que la primera persona es más contundente pero demasiado soberbia, la segunda es original, pero demasiado íntima, la tercera permite abrir el juego, pero es demasiado fría. Y el tema del bendito tono, que si es sensible es reblandecido y si es más duro, es seco.
Escribir siempre significa tomar partido por un aspecto mínimo de la múltiple realidad, que puede no ser lo que elijamos mañana o pasado mañana. Pero lo escrito, escrito está: es indeleble.
Para colmo, estamos poniendo pensamoçientos muy privados, obscenamente íntimos, ante la vista de cientos de perfectos desconocidos, en un acto de strip tease mental rayano en un exhibicionismo perverso. ¿Poner los pensamientos en papel? Es perverso y bochornoso. ¿Qué sabe uno si mañana pensará igual, o combiará totalmente de opinión? Escribir es como autoentrevistarse. Y acá no se trata de venderle gato por liebre al editor, sino de mentirse a uno mismo. Escribir siempre es desnudar el alama en la tapa de Playboy . Eso sí, con una producción ciudad y con buena luz. Lo que no quita que al ver nuestro libro impreso nos de vergüenza abrirlo: uno no es solamente aquello que está escrito pero el lector cree que eso es uno.
Y uno acaba , rendido, diciendo “bueno, hay mucho de autobiográfico, aunque no todo” , o - aún más rendido- “ yo soy Madame Bovary”
Al escribir, nos estamos jugando el todo por el todo, la vida entera a cara o cruz, una moneda que nunca cae de canto, una ruleta rusa con el cargador lleno de balas.
- Como dijo usted en su obra ….
- Perdón , ¿ Yo dije eso?
Sí , lo dijo.
Escribir es un acto riesgoso. Es andar por el filo de la navaja cortándose los pies a cada paso. Y aguantarse lo que venga de quien no comprendió, o comprendió demasiado. Escribir es convertirse en esclavo de la propia escritura. Y no alcanza una vida para desdecirse.
Lo bueno es que si encontramos la palabra justa, tampoco alcanza una vida para borrarla.
¿ Es obligatorio escribir una novela?
El escritor británico William Boyd afirmó en una nota de “La Nación” de 2004 , que son muchos más los escritores que prefieren escribir cuentos a novelas. En primer lugar, porque el cuento es un ejercicio de corto aliento, que permite contar muchas cosas de muchos modos distintos en un lapso relativamente breve. El cuento es la lectura ideal para quienes no tienen mucho tiempo para leer en plena la cultura del zapping y es la manera inicial de aventurarse a la escritura para los alumnos de talleres literarios.
Sin embargo, lamentablemente, hoy en día el cuento no está de moda.
Tuvo su auge en el siglo XIX, en el que muchos escritores se dedicaron casi exclusivamente al cuento, por razones estrictamente comerciales: las revistas publicaban muchos cuentos y los pagaban bien. Como resultado de esa demanda, florecieron Horacio Quiroga, Anton Chejov, Jorge Luis Borges, Katherine Mansfield, V. S. Pritchett, Frank O’Connor, Nathaniel Hawthorne, Herman Melville y Edgar Allan Poe: Los tres últimos costearon sus carreras de novelistas, menos lucrativas, escribiendo cuentos. “En los años 50, hasta John Updike calculaba que podía mantener a su esposa y sus pequeños hijos con sólo vender a New Yorker cinco o seis cuentos por año”, narra Boyd. Revistas femeninas como Cosmopolitan de Estados Unidos y las argentinas Claudia y Vosotras cerraban sus ediciones con deliciosos cuentos, una idea hoy impensable, dado que las páginas se llenan con publicidades y notas que responden al efímero concepto de “actualidad”.
En el 1900, quien se dedicaba al cuento tenía muchas más posibilidades de ser publicado y entrar al mundo de la literatura que quien no lo hiciera. Esa demanda duró un corto siglo. Ahora nadie quiere cuentos.
Algunos editores sugieren que sólo publicarían cuentos de alguien que haya recibido múltiples premios literarios. Que es lo mismo que prometer “te contrato cuando te ganes la lotería”.
Según William Boyd, no se publican cuentos en Estados Unidos ni en Europa. Para confirmar esto, me comuniqué recientemente con agencias literarias españolas que me respondieron en coro “en España no se publican libros de cuentos”.
-¿Y qué es lo que publicarían?
-Novelas. Cuando tengas una lista, la leeremos gustosos- , me respondieron.
¿Por qué novelas sí y cuentos no?
Lo consulté con un lector de novelas, que me dijo “Supongo que es por impaciencia de parte de los lectores. En el mundo actual, todos tenemos cosas cortas para leer relacionadas con el trabajo. Aunque parezca paradójico, no tenemos paciencia pasar de un clima a otro, saltando de un cuento a otro cuento. Bastantes saltos tiene uno con los que nos impone la vida cotidiana. Yo quiero algo extenso que me sumerja en un clima distinto por algunos días, donde refugiarme de la vorágine cotidiana. Me gusta saber que vuelvo al libro como a un reposo, un mundo privado. Tomo a la novela como unas pequeñas vacaciones en un territorio amigable, donde me puedo relajar”.
El cuento escrito es una forma literaria moderna, que tuvo su auge recién en el siglo 19. En siglos anteriores, todo el proceso de impresión y encuadernado hacia que la demanda fuera de novelas largas, que duraran lo más posible. Pensemos en las obras de Shakespear y Cervantes. Era como “ya que veamos a hacer un libro, que su lectura dure lo más posible “.
¿Entonces por qué el cuento tuvo su auge en el siglo 19? Coincidiendo con la revolución industrial, el gusto por el cuento pudo haber tenido que ver con el estilo de vida y las relaciones laborales en el último siglo. En el siglo pasado, uno entraba a trabajar en una empresa, durante años veía a los mismos compañeros de trabajo y podía estar casi seguro de que estaría allí hasta su jubilación. No era raro que todos quisieran leer cuentos para poner variedad en la rutina.
Hoy en día, la flexibilización laboral y la rotación entre empresas hace que nadie aguante mucho en ningún trabajo. Los colegas cambian, el trabajo es precario, nada permanece. Se busca a la novela como a un amigo fiel.
Pero muchos escritores siguen escribiendo con más ahínco cuentos que novelas.
Cortázar contaba que sus cuentos eran muchos más compulsivos y viscerales que sus novelas: “Yo descubro la historia mientras la estoy escribiendo Es como recorrer toda una serie de pulsaciones internas. A veces me resulta embarazoso firmar mis cuentos. Las novelas no, porque en las novelas trabajo mucho, hay en ellas toda una arquitectura. Pero con los cuentos es como si me lo dictara algo dentro de mí, pero no soy yo el responsable. Pero como parece que aún así son míos, tengo que aceptarlos.”(“Confesiones de Escritores”, El Ateneo, 1996)
El Premio Nobel indio- británico Sir V.S. Naipaul – autor de relatos de viajes autobiográficos- dijo que la novela es un estilo perimido, y que sólo la no ficción puede atrapar las profundas complejidades del mundo actual. “Si uno se pasa la vida escribiendo ficción, acaba falsificando el material. La ficción te fuerza a dramatizar el material de algún modo, y la no ficción la da a uno la oportunidad de explorar el mundo, el otro mundo, el mundo que uno no conoce completamente ''. ¿Pero por qué entonces escribió su novela ''Half a Life'' ? “ La hice en 2001 por obligación, para complacer a mi editor. Y mi novela de 2004 ''Magic Seeds'' será la última, porque la hice por compromiso comercial.”
Por otra parte, en una visión opuesta a la Naipaul, el Premio Nobel turco Orhan Pamuk reveló un secreto muy respetable por común a muchos escritores “confieso que todas mis novelas son tomadas de la realidad y todas mis crónicas autobiográficas son ficción” .
Se trate de ficción o no ficción, ¿es menester tener que escribir una novela para poder ser publicado?
Fernando Iwasaki es un escritor peruano radicado en Sevilla que en el sitio web www.letralia.com, comenta que, aunque para entrar a la literatura es obligación redactar una novela, “puedes negarte a hacerlo. Pero tienes que escribirla si quieres vivir de los alrededores de la literatura. No digo de la literatura misma, sino de las charlas, de los artículos de periódico”.
Roland Barthes (1915-1980), era acosado por sus admiradores, que le pedían que escribiera una novela. Barthes les respondía- según Pedro B. Rey, en “La Nación “del 16/ 6 / 2005 – “que a veces le venían ganas de escribir una novela, pero que dos escollos infranqueables le impedían el salto de la crítica a la ficción. Por un lado, su fuerte inclinación por lo fragmentario, opuesto al continuo de la novela; por el otro, su absoluta incapacidad para inventar nombres propios.” Barthes no leía novelas: leía las biografías de los escritores. Coincidiendo con Naipaul, veía en la vida misma material más rico que en cualquier ficción. En “La preparación de la novela”, Barthes evita escribir la esperada novela que jamás escribió analizando todos los recursos literarios a los que han acudido los grandes novelistas para dedicarse solamente a escribir: desde alegrarse de sufrir tuberculosis (como Kafka), o hacerse fama de excéntrico viviendo de noche y durmiendo de día (como Proust). Por eso de hacer cualquier cosa con tal de tener tiempo para escribir, Barthes habla de la escritura como un “autosecuestro”. También menciona que todo escritor debe pasar por tres pruebas para hacer una novela: elegir un tema, tener la paciencia de desarrollarlo, y soportar la soledad auto impuesta necesaria para escribir. Además apunta que una escritura debe ser legible y simple, debe ser deseable y debe tener una filiación ("aceptar la aristocracia de la literatura"). Y esa filiación, hoy en día, no parece conseguirse de otro modo que no sea escribiendo la mentada novela.
El Premio Planeta 2003 Guillermo Martínez confiesa que con “Crímenes imperceptibles" elaboró una novela que se leyera como un cuento “porque quise que en el texto esté lo que tiene que estar y nada más. Según creo, esa obsesión proviene de mi iniciación como cuentista.”
Hay escritores que sólo escriben novelas. Pero hay otros, tan hábiles como para acabar publicando cuentos con el sistema de convertir sus cuentos en novelas.
El Premio Casa de las Américas Rafael Pinedo dice que, estando en Cuba para recibir el premio por su novela ganadora “Plop”, un periodista cubano le preguntó “ ¿Por qué escribe novelas?” , a lo que él respondió “Lamento decepcionarlo, yo no escribo novelas, escribí esta...” Y confiesa que, como no sabía cómo hacerla, la logró con una serie de cuentos enganchados, con lo cual resultó “una estructura "fragmentaria" que luego fue ponderada y hubo sesudas críticas acerca de lo funcional que es a una sociedad desintegrada.” Y añade: “Pero que es mucho más trabajo escribir un buen cuento que escribir una novela.”
En la revista online “Cambio”, Gabriel García Márquez relata que luego del trabajo de largo aliento que fue Cien Años de Soledad, su siguiente novela El Otoño del Patriarca fue resuelta “a través de una serie de apuntes e ideas de cuentos aplazados, que sometí sin el menor pudor a toda clase de arbitrariedades formales hasta encontrar la que buscaba para el nuevo libro. Son cuentos experimentales que trabajé más de un año y se publicaron después con vida propia en el libro de La Cándida Eréndira. Así encontré el embrión de El Otoño del Patriarca, que es una ensalada rusa de experimentos copiados de otros escritores malos o buenos del siglo pasado. Frases que habrían exigido decenas de páginas están resueltas en dos o tres para decir lo mismo, saltando matones, mediante la violación consciente de los códigos parsimoniosos y la gramática dictatorial de las academias. El libro, de salida, fue un desastre comercial. Hoy es mi libro más escudriñado en universidades de diversos países.”
Así, los cuentos que las editoriales se resisten a publicar, acaban disfrazados de novela , hilvanados como perlas barruecas entre dos tapas de cartoné brillante.
Y así sortean obstáculos, cosechan premios y llegan a las manos de los lectores en la forma de la tan requerida de la novela, en la que los astutos escritores no hacen más que mejorar al género de ficción, dándole a editor y lector- felizmente - , liebre por gato.
Sin embargo, lamentablemente, hoy en día el cuento no está de moda.
Tuvo su auge en el siglo XIX, en el que muchos escritores se dedicaron casi exclusivamente al cuento, por razones estrictamente comerciales: las revistas publicaban muchos cuentos y los pagaban bien. Como resultado de esa demanda, florecieron Horacio Quiroga, Anton Chejov, Jorge Luis Borges, Katherine Mansfield, V. S. Pritchett, Frank O’Connor, Nathaniel Hawthorne, Herman Melville y Edgar Allan Poe: Los tres últimos costearon sus carreras de novelistas, menos lucrativas, escribiendo cuentos. “En los años 50, hasta John Updike calculaba que podía mantener a su esposa y sus pequeños hijos con sólo vender a New Yorker cinco o seis cuentos por año”, narra Boyd. Revistas femeninas como Cosmopolitan de Estados Unidos y las argentinas Claudia y Vosotras cerraban sus ediciones con deliciosos cuentos, una idea hoy impensable, dado que las páginas se llenan con publicidades y notas que responden al efímero concepto de “actualidad”.
En el 1900, quien se dedicaba al cuento tenía muchas más posibilidades de ser publicado y entrar al mundo de la literatura que quien no lo hiciera. Esa demanda duró un corto siglo. Ahora nadie quiere cuentos.
Algunos editores sugieren que sólo publicarían cuentos de alguien que haya recibido múltiples premios literarios. Que es lo mismo que prometer “te contrato cuando te ganes la lotería”.
Según William Boyd, no se publican cuentos en Estados Unidos ni en Europa. Para confirmar esto, me comuniqué recientemente con agencias literarias españolas que me respondieron en coro “en España no se publican libros de cuentos”.
-¿Y qué es lo que publicarían?
-Novelas. Cuando tengas una lista, la leeremos gustosos- , me respondieron.
¿Por qué novelas sí y cuentos no?
Lo consulté con un lector de novelas, que me dijo “Supongo que es por impaciencia de parte de los lectores. En el mundo actual, todos tenemos cosas cortas para leer relacionadas con el trabajo. Aunque parezca paradójico, no tenemos paciencia pasar de un clima a otro, saltando de un cuento a otro cuento. Bastantes saltos tiene uno con los que nos impone la vida cotidiana. Yo quiero algo extenso que me sumerja en un clima distinto por algunos días, donde refugiarme de la vorágine cotidiana. Me gusta saber que vuelvo al libro como a un reposo, un mundo privado. Tomo a la novela como unas pequeñas vacaciones en un territorio amigable, donde me puedo relajar”.
El cuento escrito es una forma literaria moderna, que tuvo su auge recién en el siglo 19. En siglos anteriores, todo el proceso de impresión y encuadernado hacia que la demanda fuera de novelas largas, que duraran lo más posible. Pensemos en las obras de Shakespear y Cervantes. Era como “ya que veamos a hacer un libro, que su lectura dure lo más posible “.
¿Entonces por qué el cuento tuvo su auge en el siglo 19? Coincidiendo con la revolución industrial, el gusto por el cuento pudo haber tenido que ver con el estilo de vida y las relaciones laborales en el último siglo. En el siglo pasado, uno entraba a trabajar en una empresa, durante años veía a los mismos compañeros de trabajo y podía estar casi seguro de que estaría allí hasta su jubilación. No era raro que todos quisieran leer cuentos para poner variedad en la rutina.
Hoy en día, la flexibilización laboral y la rotación entre empresas hace que nadie aguante mucho en ningún trabajo. Los colegas cambian, el trabajo es precario, nada permanece. Se busca a la novela como a un amigo fiel.
Pero muchos escritores siguen escribiendo con más ahínco cuentos que novelas.
Cortázar contaba que sus cuentos eran muchos más compulsivos y viscerales que sus novelas: “Yo descubro la historia mientras la estoy escribiendo Es como recorrer toda una serie de pulsaciones internas. A veces me resulta embarazoso firmar mis cuentos. Las novelas no, porque en las novelas trabajo mucho, hay en ellas toda una arquitectura. Pero con los cuentos es como si me lo dictara algo dentro de mí, pero no soy yo el responsable. Pero como parece que aún así son míos, tengo que aceptarlos.”(“Confesiones de Escritores”, El Ateneo, 1996)
El Premio Nobel indio- británico Sir V.S. Naipaul – autor de relatos de viajes autobiográficos- dijo que la novela es un estilo perimido, y que sólo la no ficción puede atrapar las profundas complejidades del mundo actual. “Si uno se pasa la vida escribiendo ficción, acaba falsificando el material. La ficción te fuerza a dramatizar el material de algún modo, y la no ficción la da a uno la oportunidad de explorar el mundo, el otro mundo, el mundo que uno no conoce completamente ''. ¿Pero por qué entonces escribió su novela ''Half a Life'' ? “ La hice en 2001 por obligación, para complacer a mi editor. Y mi novela de 2004 ''Magic Seeds'' será la última, porque la hice por compromiso comercial.”
Por otra parte, en una visión opuesta a la Naipaul, el Premio Nobel turco Orhan Pamuk reveló un secreto muy respetable por común a muchos escritores “confieso que todas mis novelas son tomadas de la realidad y todas mis crónicas autobiográficas son ficción” .
Se trate de ficción o no ficción, ¿es menester tener que escribir una novela para poder ser publicado?
Fernando Iwasaki es un escritor peruano radicado en Sevilla que en el sitio web www.letralia.com, comenta que, aunque para entrar a la literatura es obligación redactar una novela, “puedes negarte a hacerlo. Pero tienes que escribirla si quieres vivir de los alrededores de la literatura. No digo de la literatura misma, sino de las charlas, de los artículos de periódico”.
Roland Barthes (1915-1980), era acosado por sus admiradores, que le pedían que escribiera una novela. Barthes les respondía- según Pedro B. Rey, en “La Nación “del 16/ 6 / 2005 – “que a veces le venían ganas de escribir una novela, pero que dos escollos infranqueables le impedían el salto de la crítica a la ficción. Por un lado, su fuerte inclinación por lo fragmentario, opuesto al continuo de la novela; por el otro, su absoluta incapacidad para inventar nombres propios.” Barthes no leía novelas: leía las biografías de los escritores. Coincidiendo con Naipaul, veía en la vida misma material más rico que en cualquier ficción. En “La preparación de la novela”, Barthes evita escribir la esperada novela que jamás escribió analizando todos los recursos literarios a los que han acudido los grandes novelistas para dedicarse solamente a escribir: desde alegrarse de sufrir tuberculosis (como Kafka), o hacerse fama de excéntrico viviendo de noche y durmiendo de día (como Proust). Por eso de hacer cualquier cosa con tal de tener tiempo para escribir, Barthes habla de la escritura como un “autosecuestro”. También menciona que todo escritor debe pasar por tres pruebas para hacer una novela: elegir un tema, tener la paciencia de desarrollarlo, y soportar la soledad auto impuesta necesaria para escribir. Además apunta que una escritura debe ser legible y simple, debe ser deseable y debe tener una filiación ("aceptar la aristocracia de la literatura"). Y esa filiación, hoy en día, no parece conseguirse de otro modo que no sea escribiendo la mentada novela.
El Premio Planeta 2003 Guillermo Martínez confiesa que con “Crímenes imperceptibles" elaboró una novela que se leyera como un cuento “porque quise que en el texto esté lo que tiene que estar y nada más. Según creo, esa obsesión proviene de mi iniciación como cuentista.”
Hay escritores que sólo escriben novelas. Pero hay otros, tan hábiles como para acabar publicando cuentos con el sistema de convertir sus cuentos en novelas.
El Premio Casa de las Américas Rafael Pinedo dice que, estando en Cuba para recibir el premio por su novela ganadora “Plop”, un periodista cubano le preguntó “ ¿Por qué escribe novelas?” , a lo que él respondió “Lamento decepcionarlo, yo no escribo novelas, escribí esta...” Y confiesa que, como no sabía cómo hacerla, la logró con una serie de cuentos enganchados, con lo cual resultó “una estructura "fragmentaria" que luego fue ponderada y hubo sesudas críticas acerca de lo funcional que es a una sociedad desintegrada.” Y añade: “Pero que es mucho más trabajo escribir un buen cuento que escribir una novela.”
En la revista online “Cambio”, Gabriel García Márquez relata que luego del trabajo de largo aliento que fue Cien Años de Soledad, su siguiente novela El Otoño del Patriarca fue resuelta “a través de una serie de apuntes e ideas de cuentos aplazados, que sometí sin el menor pudor a toda clase de arbitrariedades formales hasta encontrar la que buscaba para el nuevo libro. Son cuentos experimentales que trabajé más de un año y se publicaron después con vida propia en el libro de La Cándida Eréndira. Así encontré el embrión de El Otoño del Patriarca, que es una ensalada rusa de experimentos copiados de otros escritores malos o buenos del siglo pasado. Frases que habrían exigido decenas de páginas están resueltas en dos o tres para decir lo mismo, saltando matones, mediante la violación consciente de los códigos parsimoniosos y la gramática dictatorial de las academias. El libro, de salida, fue un desastre comercial. Hoy es mi libro más escudriñado en universidades de diversos países.”
Así, los cuentos que las editoriales se resisten a publicar, acaban disfrazados de novela , hilvanados como perlas barruecas entre dos tapas de cartoné brillante.
Y así sortean obstáculos, cosechan premios y llegan a las manos de los lectores en la forma de la tan requerida de la novela, en la que los astutos escritores no hacen más que mejorar al género de ficción, dándole a editor y lector- felizmente - , liebre por gato.
La soledad imprescindible

Para escribir es preciso defender a muerte la propia soledad .
Sólo se puede escribir desde el aislamiento y con la certeza de que uno no será interrumpido . Lo peor de todo es que, para hacerlo bien, un escritor debe autocondenarse al exilio de la vida real para sumergirse en un mundo propio. Esta soledad autoimpuesta ayuda a tomar distancia de las cosas para verlas en perspectiva. “Escribir es trabajo solitario, no se puede concebir el trabajo colectivo en la literatura” dice Juan Rulfo-“Esa soledad lo lleva a uno a convertirse en una especie de médium de cosas que uno mismo desconoce, pero sin saber que solamente el inconsciente o la intuición lo llevan a uno a crear y seguir creando“
Un escritor llega a absurdos como desear volver de un viaje para poder escribirlo, querer que acabe un momento feliz para poder plasmarlo en papel , concebir la vida solo luego de escrita. Cuando le preguntaron a Saúl Bellow cómo se sentía después de ganar el Premio Nobel, respondió: "No lo sé. Aún no escribí sobre eso."
Escribir no es tanto contar lo que nos pasa individualmente, sino lo que nos pasa en tanto hombres y mujeres.El escritor convierte lo singular en colectivo, a sabiendas de que por extraña que sea su historia, nunca será completamente ajena a la naturaleza humana, y que seguramente hará vibrar alguna fibra de otro que entenderá el relato. Entonces, desde la monotonía y uniformidad de la reclusión autoimpuesta, el escritor pega un salto hasta la sensibilidad de muchos otros.
“Escribir es el oficio más solitario del mundo, porque nadie puede ayudarle a uno a escribir lo que está escribiendo” , dice García Marquez. Es un trabajo duro y mal remunerado.Tal vez porque escribir es un pago en sí mismo.
Cuando uno escribe, se aísla del mundo. Nos exaspera que la realidad sea tanto más banal y chata que nuestra imaginación. Y de a poco uno se las va ingeniando para que todo en su vida se vaya anulando , terminando, suspendiendo...salvo la escritura.
Un escritor no encuentra tiempo para salir, para hacer deportes, para dormir, para conversar con amigos, para ir al cine o hacer compras. La escritura es lo primero.
Pero de alguna manera el escritor solitario logra burlar así su soledad, porque se está comunicando. Lo paradójico del caso es que escribimos para todos aquellos que estarían más dispuestos a leernos que a escucharnos.
Se escribe para pensar con el teclado, para encontrar un ámbito propio fuera de la crueldad y hostilidad de la vida real, para no volverse loco. El fin último de la escritura es el autodescubrimiento. Al descubrirse, el autor se crea a si mismo, se reinventa, desata facetas ocultas de sí mismo, crece en el proceso, y entra en una especie de diálogo con un lector imaginario que está esperando realizar exactamente el mismo proceso que él, pero al revés . A través de la lectura uno puede entrar en diálogo con escritores con posibilidades de comunicación mucho mayores que ninguna de las personas que él conoce personalmente.
Pero escribir no es un acto privado.“La cultura siempre se nos ha impuesto como un asunto intelectual, y el acto de leer se nos impuso como un acto solitario”, dice Arnold Weinstein.”La verdad es diferente: la literatura y el arte son caminos del sentimiento, nuestro encuentro con ellas es social y nos inscribe en una comunidad mayor, compuesta por nuestros seres amados y la comunidad de escritores de todos los tiempos. A través del arte descubrimos que no estamos solos.”
En palabras de Modesto Mussorsgy, escribir no es un fin en sí mismo, sino un medio para llegar a la humanidad. Y así vencer la soledad autoimpuesta.
Creadores insaciables
Escribir es buscar tesoros que no se sabe si existen. Stephen King lo comparar al trabajo del paleontólogo que busca fósiles de dinosaurios en el desierto. Una vez que los encontramos...¿quién es tan fuerte como para guardar el secreto? La alegría de recibir el secreto y comunicarlo, finalmente no es más que la alegría de ser humano, sentir la maravilla, y de no estar solo para celebrarlo. Y es bueno saber que no se está solo en el dolor, la incertidumbre o el miedo. "Lo que se publica es para algo, para que alguien, uno o muchos, al saberlo, vivan sabiéndolo, para que vivan de otro modo después de haberlo sabido”- dice la filósofa española María Zambrano- “Para librar a alguien de la cárcel de la mentira, o de las nieblas del tedio, que es la mentira vital".
Flaubert dice que un libro es una manera especial de vivir. Y esa manera especial afecta por lo menos a dos vidas: la del escritor y la del lector.
Por otra parte uno escribe su libro( su mundo propio) y pasa todo el proceso de escritura ansiando que una editorial lo acepte, que lo edite, lo publique y para verlo por fin en la calle, en las librerías, en las manos de los lectores. Pero lo interesante no es vrelo publicado, sino la desazón permanente de escribirlo. Por eso tantos autores hablan de la depresión posterior a la publicación, tan parecida a la depresión posparto.Cualquier persona en sus cabales diría “Si esto es publicar un libro, yo no escribo más·” Pero los escritores vuelven a la carga y lo intentan una vez más. “Somos todos putas del lenguaje”- dice Luisa Valenzuela-“ trabajamos para él, le damos de comer, nos humillamos por su culpa y nos vanagloriamos de él, y después de todo, ¿ qué? .Nos pide más. Siempre nos va a pedir más y más hondo , más adentro de esa profundidad insondable desde donde cada vez nos cuesta más salir a flote y volver a sumergirnos”
Cuando uno empieza a escribir, dice “ El día que publique un libro,estaré satisfecho y seré feliz” .Pero no se conforma nunca, porque sabe que el próximo será mejor. Y aunque logre hacer el libro que soñaba, no abandona la lucha. Al contrario: si lo logró una vez ...¿ por qué no intentarlo nuevamente?
Poseídos por el ansia de atrapar lo étereo, lo invisible, lo secreto y contarlo bellamente, los escritores siguen en la búsqueda de pintar la realidad desde su punto de vista único.
Se escribe sin garantías.“Escribir —afirma Alonso de Santos— es entrar en el bosque desconocido en que todos los mapas son falsos”. Goethe decía que escribir es la "expresión de lo infinito dentro de lo finito”.
Escribir siempre significó trabajo arduo. Pero un trabajo salvador. “El hombre, para ser libre debe inventarse un tipo de trabajo, por el cual incluso debe dejarse subyugar como por un tirano. Pero la tiranía de la creación es salvadora , concurre a dar un sentido a su existencia y a su experiencia” dice Riccardo Campa en “La escritura y la etimología del mundo” ( Sudamericana, 1989)
La buena escritura miente bien. O demora la verdad, porque tampoco es la verdad. O cuenta cosas tan bien contadas , que parecen más reales que la vida misma. “La habilidad de mentir se convierte casi en un precepto fundamental en el que se presta perfeccionarse en el arte de la escritura “ dice Campa-“ Escribir es, en términos camusianso – una tentativa de revuelta,. Un modo aparentemente indoloro de afirmar la propia visión individual del mundo.”
Escribir es intentar reconstruir, desde el fondo, un mundo que se desvanece, buscándole el sentido. Rosa Montero dice que es como atrapar una mariposa y pegarla con alfileres a una madera, para retenerla. Se escribe para organizar un mundo con comienzos, mitades y finales claros, un alivio ante el caótico sentido de la cotidiana realidad. Se escribe por miedo o dolor, para encontrar la punta del ovillo de cosas demasiado complicadas o delicadas como la muerte o el amor. Se escribe para sacarle fuerzas a nuestras penas enfrentándolas cara a cara . Se escribe para no perder los recuerdos y para encerrarlos entre dos tapas. Se escribe para no tener que esperar nada del mundo externo, porque lo que precisamos lo llevamos dentro. Se escribe para evadir la insatisfacción permamente y la infelicidad neurótica de que no llega lo que esperamos, porque nos colma la escritura. Se escribe por rebeldía, porque estamos hechos de palabras atrapadas en los significados que ellas nos prestan; queremos amasarlas, canjearlas, moldearlas y darles otro significado que el que nos querían imponer. Se escribe para construir un mundo nuevo, para poner en claro lo que no está claro, para hacer la vida más atractiva gracias a esta pasión.
Los escritores son gente ambiciosa: eligen serlo porque no se conformarían con menos.Tienen un discurso permanente en la cabeza que a veces sólo se calla cuando lo bajan a papel, allí donde el ruido puede convertirse en música.
Publicar es lo de menos
Escribir es buscar tesoros que no se sabe si existen. Stephen King lo comparar al trabajo del paleontólogo que busca fósiles de dinosaurios en el desierto. Una vez que los encontramos...¿quién es tan fuerte como para guardar el secreto? La alegría de recibir el secreto y comunicarlo, finalmente no es más que la alegría de ser humano, sentir la maravilla, y quere compartirla. Y es bueno saber que no se está solo en el dolor, la incertidumbre o el miedo. "Lo que se publica es para algo, para que alguien, uno o muchos, al saberlo, vivan sabiéndolo, para que vivan de otro modo después de haberlo sabido”- dice la filósofa española María Zambrano- “Para librar a alguien de la cárcel de la mentira, o de las nieblas del tedio, que es la mentira vital".
Flaubert dice que un libro es una manera especial de vivir. Y esa manera especial afecta por lo menos a dos vidas: la del escritor y la del lector.
Por otra parte , lo escribe su libro( su mundo propio) y pasa todo el proceso de escritura ansiando que una editorial lo acepte, que lo edite, lo publique y para verlo por fin en la calle, en las librerías, en las manos de los lectores. Pero lo más interesante no es llegar a la meta de verlo publicado, sino la desazón permanente que siente uno al escribirlo. Porque sabe que tiene entre sus manos una arcilla que puede convertirse en cualquier cosa: un monstruo, un Golem , un angel …Es sentirse un poco Dios .
Por eso tantos autores hablan de la depresión posterior a la publicación, tan parecida a la depresión posparto. Algunos escritores mienten diciendo “lo terminé, me siento liviano” . Falso : se sienten vacíos. Sólo tendiendo muy cerca, muy firme , el germen de otra obra, se puede tolerar el desarraigo de abandonar un libro acabado. Porque Borges decía que los libros no se acaban: se abandonan . Si por uno fuera, los seguiría corrigiendo. Son pocos los autores que sienten “ por fin lo terminé, me tenía harta”. La mayoría sente que entregó algo que podía estar mejor.
Cualquier persona en sus cabales diría “Si esto es publicar un libro, yo no escribo más·” Pero los escritores vuelven a la carga y lo intentan una vez más. “Somos todos putas del lenguaje”- dice Luisa Valenzuela-“ trabajamos para él, le damos de comer, nos humillamos por su culpa y nos vanagloriamos de él, y después de todo, ¿ qué? .Nos pide más. Siempre nos va a pedir más y más hondo, más adentro de esa profundidad insondable desde donde cada vez nos cuesta más salir a flote y volver a sumergirnos”
Cuando uno empieza a escribir, dice “ El día que publique un libro,estaré satisfecho y seré feliz” .Pero no se conforma nunca, porque sabe que el próximo será mejor. Y aunque logre hacer el libro que soñaba, no abandona la lucha. Al contrario: si lo logró una vez ...¿ por qué no intentarlo nuevamente?
Poseídos por el ansia de atrapar lo étereo, lo invisible, lo secreto y contarlo bellamente, los escritores siguen en la búsqueda de pintar la realidad desde su punto de vista único.
Se escribe sin garantías.“Escribir —afirma Alonso de Santos— es entrar en el bosque desconocido en que todos los mapas son falsos”. Goethe decía que escribir es la "expresión de lo infinito dentro de lo finito”.
Escribir siempre significó trabajo arduo. Pero un trabajo salvador. “El hombre, para ser libre debe inventarse un tipo de trabajo, por el cual incluso debe dejarse subyugar como por un tirano. Pero la tiranía de la creación es salvadora , concurre a dar un sentido a su existencia y a su experiencia” dice Riccardo Campa en “La escritura y la etimología del mundo” ( Sudamericana, 1989)
La buena escritura miente bien. O demora la verdad, porque tampoco es la verdad. O cuenta cosas tan bien contadas , que parecen más reales que la vida misma. “La habilidad de mentir se convierte casi en un precepto fundamental en el que se presta perfeccionarse en el arte de la escritura “ dice Campa-“ Escribir es , en términos camusianos – una tentativa de revuelta,. Un modo aparentemente indoloro de afirmar la propia visión individual del mundo.”
Escribir es intentar reconstruir, desde el fondo, un mundo que se desvanece, buscándole el sentido. Rosa Montero dice que es como atrapar una mariposa y pegarla con alfileres, para retenerla.
¿ Por qué tomarse tanto trabajo, cuando el escritor siente que un libro publoicado es casi un libro mueryo, sin posisbilidades de crecimiento, entre dos tapas que son como del ataúd?
Porque escribir nos organiza un mundo con comienzos, mitades y finales claros, distinto al caos de la cotidiana realidad. Se escribe por miedo o dolor, para entender la muerte o el amor. Se escribe para sacarle fuerzas a nuestras penas enfrentándolas cara a cara. Se escribe por estar desbordando sentimientos, como catarsis . O por estar vacios, para ponernos algo adentro. Se escribe para guardar los recuerdos entre dos cubiertas. O para compartirlos . Se escribe para no tener que esperar nada de la vida y del mundo externo, porque todo sale de uno. O para lanzar una botella al mar, a ver si alguien ahí afuera entiende el mensaje. Se escribe para evadir la insatisfacción permamente y la infelicidad neurótica de que no llega lo que esperamos, pero al menso poodemos decirlo. Se escribe para retorcer las palabras, maniatarlas, hacerlas nuestras y que nos sirvan para lo que queremos
Los escritores son gente ambiciosa: eligen serlo porque no se conformarían con menos.Tienen un discurso permanente en la cabeza que a veces sólo se calla cuando lo bajan a papel, allí donde ese ruido y furia contado por un loco, que no significa nada, puede convertirse en música.
Una vez que ya escribimos, publicarlo o no, es un detalle menor.
Flaubert dice que un libro es una manera especial de vivir. Y esa manera especial afecta por lo menos a dos vidas: la del escritor y la del lector.
Por otra parte , lo escribe su libro( su mundo propio) y pasa todo el proceso de escritura ansiando que una editorial lo acepte, que lo edite, lo publique y para verlo por fin en la calle, en las librerías, en las manos de los lectores. Pero lo más interesante no es llegar a la meta de verlo publicado, sino la desazón permanente que siente uno al escribirlo. Porque sabe que tiene entre sus manos una arcilla que puede convertirse en cualquier cosa: un monstruo, un Golem , un angel …Es sentirse un poco Dios .
Por eso tantos autores hablan de la depresión posterior a la publicación, tan parecida a la depresión posparto. Algunos escritores mienten diciendo “lo terminé, me siento liviano” . Falso : se sienten vacíos. Sólo tendiendo muy cerca, muy firme , el germen de otra obra, se puede tolerar el desarraigo de abandonar un libro acabado. Porque Borges decía que los libros no se acaban: se abandonan . Si por uno fuera, los seguiría corrigiendo. Son pocos los autores que sienten “ por fin lo terminé, me tenía harta”. La mayoría sente que entregó algo que podía estar mejor.
Cualquier persona en sus cabales diría “Si esto es publicar un libro, yo no escribo más·” Pero los escritores vuelven a la carga y lo intentan una vez más. “Somos todos putas del lenguaje”- dice Luisa Valenzuela-“ trabajamos para él, le damos de comer, nos humillamos por su culpa y nos vanagloriamos de él, y después de todo, ¿ qué? .Nos pide más. Siempre nos va a pedir más y más hondo, más adentro de esa profundidad insondable desde donde cada vez nos cuesta más salir a flote y volver a sumergirnos”
Cuando uno empieza a escribir, dice “ El día que publique un libro,estaré satisfecho y seré feliz” .Pero no se conforma nunca, porque sabe que el próximo será mejor. Y aunque logre hacer el libro que soñaba, no abandona la lucha. Al contrario: si lo logró una vez ...¿ por qué no intentarlo nuevamente?
Poseídos por el ansia de atrapar lo étereo, lo invisible, lo secreto y contarlo bellamente, los escritores siguen en la búsqueda de pintar la realidad desde su punto de vista único.
Se escribe sin garantías.“Escribir —afirma Alonso de Santos— es entrar en el bosque desconocido en que todos los mapas son falsos”. Goethe decía que escribir es la "expresión de lo infinito dentro de lo finito”.
Escribir siempre significó trabajo arduo. Pero un trabajo salvador. “El hombre, para ser libre debe inventarse un tipo de trabajo, por el cual incluso debe dejarse subyugar como por un tirano. Pero la tiranía de la creación es salvadora , concurre a dar un sentido a su existencia y a su experiencia” dice Riccardo Campa en “La escritura y la etimología del mundo” ( Sudamericana, 1989)
La buena escritura miente bien. O demora la verdad, porque tampoco es la verdad. O cuenta cosas tan bien contadas , que parecen más reales que la vida misma. “La habilidad de mentir se convierte casi en un precepto fundamental en el que se presta perfeccionarse en el arte de la escritura “ dice Campa-“ Escribir es , en términos camusianos – una tentativa de revuelta,. Un modo aparentemente indoloro de afirmar la propia visión individual del mundo.”
Escribir es intentar reconstruir, desde el fondo, un mundo que se desvanece, buscándole el sentido. Rosa Montero dice que es como atrapar una mariposa y pegarla con alfileres, para retenerla.
¿ Por qué tomarse tanto trabajo, cuando el escritor siente que un libro publoicado es casi un libro mueryo, sin posisbilidades de crecimiento, entre dos tapas que son como del ataúd?
Porque escribir nos organiza un mundo con comienzos, mitades y finales claros, distinto al caos de la cotidiana realidad. Se escribe por miedo o dolor, para entender la muerte o el amor. Se escribe para sacarle fuerzas a nuestras penas enfrentándolas cara a cara. Se escribe por estar desbordando sentimientos, como catarsis . O por estar vacios, para ponernos algo adentro. Se escribe para guardar los recuerdos entre dos cubiertas. O para compartirlos . Se escribe para no tener que esperar nada de la vida y del mundo externo, porque todo sale de uno. O para lanzar una botella al mar, a ver si alguien ahí afuera entiende el mensaje. Se escribe para evadir la insatisfacción permamente y la infelicidad neurótica de que no llega lo que esperamos, pero al menso poodemos decirlo. Se escribe para retorcer las palabras, maniatarlas, hacerlas nuestras y que nos sirvan para lo que queremos
Los escritores son gente ambiciosa: eligen serlo porque no se conformarían con menos.Tienen un discurso permanente en la cabeza que a veces sólo se calla cuando lo bajan a papel, allí donde ese ruido y furia contado por un loco, que no significa nada, puede convertirse en música.
Una vez que ya escribimos, publicarlo o no, es un detalle menor.
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