martes, 4 de agosto de 2009
Un oficio riesgoso
Sentarse a escribir siempre es riesgoso. Las palabras son traicioneras, y representan solo un canal único de comunicación. Es como si uno estuviera grabando un concierto de una orquesta sinfónica con un micrófono sólo para un segundo violín. Nuestra mente funciona con múltiples canales.Los pensamientos no son lineales. Uno puede estar hablando con alguien- creyendo que comunica lo que piensa- y no se comunica para nada, porque al mismo tiempo está pensando en lo que hará luego, en que la silla es incómoda, en que mientras habla los demás se comen todo el salame y el queso , y en qué cara de nada tiene el otro al escucharnos, y en lo que el de al lado está fumando demasiado, pero mejor callarlo, y en que mejor no decir lo que verdaderamente pensamos de aquella anécdota que estamos contando, porque van a pensar y entonces para qué la cuenta .
Cuando uno escribe tiene que elegir una sola línea limpia de pensamiento- un solo violín , un triángulo, una flauta-, despojada del resto de la orquesta. Un pensamiento solo, lineal, pelado de otras connotaciones, no es exactamente lo que sucede en la cabeza de nadie mientras se comunica. Por eso, para sentarse a escribir, lo primero que hay que hacer es decidir qué vamos a recortar de todo lo que realmente pensamos.Y al fingir en la escritura que el nuestro es un pensamiento lineal, despojado de segundos y terceros pensamientos, estamos ocultando mucho, estamos mintiendo y estamos estafando al lector, haciéndole creer que somos tan unidimensionales como el papel donde escribimos.
Por esto, en el momento de la escritura, el escritor se juega entero. Porque tiene que hablar en negro sobre blanco., No se damiten grises, peros, ni “depende”, ni “ podría ser”. Se escribe de manera tajante, filosa.
Al hacer el recorte de su pensamiento que impone la escritura, esl escritor está mostrando una sola faceta de sus multifacetado pensamiento. ¿Está mostrando la más apropiada? ¿Se comprenderá lo que quiere expresar? ¿ Y si se malinterpreta? ¿ Y si se presta a otra lectura?
Para sobrevivir, cualquier escritor debe trabajar de otra cosa. Y la mayoría de los que escribimos trabajamos como periodistas, que es recortar la realidad. Y nos jugamos el pellejo con cada recorte. A veces hasta hacemos collages de resultado extraño.
Cuando uno hace crónicas, siempre falta o sobra algo que puede no coincidir con la apreciación de los hechos que tiene otro. Cuando hace entrevistas, es probable que acabe enojando al entrevistado, por aquello de no permitir que la verdad arruine un buen párrafo. Toda entrevista es mentirosa, porque hay que hablar maravillas de alguien que tal vez no lo merezca. Pero si contamos la cruda verdad del reportaje, el editor nos dirá “ ¿ Y por qué habría de publicar una entrevista donde decís que el entrevistado es medio tonto y muy soberbio?”. Entonces, en periodismo casi siempre se miente, se exagera, se disfraza u oculta. En especial porque queremos que entrevistados e informantes nos sigan abriendo las puertas y no teman a nuestro poder de difamación. Pero además, es nuestro deber hacer sentir al lector que valió la pena que se haya tomado el esfuerzo de habernos leído. Para eso , el lector debe sentir que lo que leyó es trascendente. Aún no existe el periodismo tan sincero que pueda decir “ No viaje a las Bahamas: son aburridisimas y le mostramos por qué ". Pero esto se conjuga con que la labor del periodista es ser creíble, y decir todo de la manera más cercana a la verdad. Y así nos vemos, en la peligrosa e inestable cuerda floja de tratar de ser fieles a la realidad de los hechos y de las palabras que nos dijo el entrevistado, tratando de ocultar lo torpe o mezquino, tratando de hacer foco en lo valioso y nuevo, tratando de enriquecer la versión original, siempre con el pánico a cuestas de cometer un error, hablar de más, inferir algo impropio. Todos llevamos a cuestas el bochorno de un subtítulo irónico que ofendió a alguno – “ No, no es nada personal …es que la nota tenía que tener algún gancho o no la leía nadie” - , un tentador off the record “ que te juro que lo puso mi editor, yo jamás lo hubiera puesto” o una cita del pasado, en la que el entrevistado ya no se reconoce: “ pero te juro que lo dijiste vos en el año ´98...¡ busco la fuente y te lo muestro!” .
Si uno escribe ensayo, está la obsesión por chequear mil veces si el dato es correcto. Y si se encuentra con diez versiones distintas del mismo asunto, elije la más plausible, cierra los ojos, contiene la respiración y la plasma en letra escrita, irreversible, imperdonable, la frase que teme que un día sea refutada por un experto y reste credibilidad a las otras 245 páginas.
Si escribe una carta, nunca sabe si resulta demasiado temprana, o muy tardía, o muy ansiosa, o demasiado entusiasta, o muy cortante, o muy sensiblera.
Si escribe ficción está el tema de que la primera persona es más contundente pero demasiado soberbia, la segunda es original, pero demasiado íntima, la tercera permite abrir el juego, pero es demasiado fría. Y el tema del bendito tono, que si es sensible es reblandecido y si es más duro, es seco.
Escribir siempre significa tomar partido por un aspecto mínimo de la múltiple realidad, que puede no ser lo que elijamos mañana o pasado mañana. Pero lo escrito, escrito está: es indeleble.
Para colmo, estamos poniendo pensamoçientos muy privados, obscenamente íntimos, ante la vista de cientos de perfectos desconocidos, en un acto de strip tease mental rayano en un exhibicionismo perverso. ¿Poner los pensamientos en papel? Es perverso y bochornoso. ¿Qué sabe uno si mañana pensará igual, o combiará totalmente de opinión? Escribir es como autoentrevistarse. Y acá no se trata de venderle gato por liebre al editor, sino de mentirse a uno mismo. Escribir siempre es desnudar el alama en la tapa de Playboy . Eso sí, con una producción ciudad y con buena luz. Lo que no quita que al ver nuestro libro impreso nos de vergüenza abrirlo: uno no es solamente aquello que está escrito pero el lector cree que eso es uno.
Y uno acaba , rendido, diciendo “bueno, hay mucho de autobiográfico, aunque no todo” , o - aún más rendido- “ yo soy Madame Bovary”
Al escribir, nos estamos jugando el todo por el todo, la vida entera a cara o cruz, una moneda que nunca cae de canto, una ruleta rusa con el cargador lleno de balas.
- Como dijo usted en su obra ….
- Perdón , ¿ Yo dije eso?
Sí , lo dijo.
Escribir es un acto riesgoso. Es andar por el filo de la navaja cortándose los pies a cada paso. Y aguantarse lo que venga de quien no comprendió, o comprendió demasiado. Escribir es convertirse en esclavo de la propia escritura. Y no alcanza una vida para desdecirse.
Lo bueno es que si encontramos la palabra justa, tampoco alcanza una vida para borrarla.
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