martes, 4 de agosto de 2009

El placer de dar placer


Escribir no es una tarea como cualquier otra.
En primer lugar, requiere un compromiso absoluto en cuerpo y alma. Hay que enhebrar palabras con precisión y delicadeza de joyero o cirujano, sin que sobre ni falte ninguna pieza, aplicando a la vez la técnica bruta de un leñador, talando sin pena todo lo que sobre, por más trabajo que haya costado armarlo.Hay que pensar de manera tridimensional para lograr una estructura arquitectónica, simétrica y equilibrada, lo que se logra con la frialdad y prolijidad de un ingeniero.
Un escritor debe seducir furtivamente al lector para que quiera quedarse leyendo en lugar de hacer otra cosa.Para esto debe intrigarlo, prometerle sorpresas, debe mostrarle un espejo en el que lea un destino paralelo. Debe adularlo, mostrarle cuán inteligente es, debe hacerle bromas, conquistarlo. Pero a la vez , tiene que morderle las pantorrillas para no dejarlo ir, incitándolo a seguir leyendo e impidiéndole a toda costa que haga lo más fácil: encender el televisor. “Al lector hay que agarrarlo de un cachetazo, sentarlo ahí y contarle la historia le guste o no le guste.”, dice Guillermo Saccomano.
Los escritores viven obsesionados. “La cuestión no es yo en tanto escritor, sino más bien el escritor en tanto yo”, dice Peter Handke.Se obsesionan por encontrar el tono, la palabra justa, el final, la credibilidad de los personajes. La simetría de cada capítulo debe alcanzar la paradoja de que el escrito sea sólido como el cemento y ligero como una pluma, redondo como toda buena historia circular , con ejes de apariencia meandrosa pero certeros como flecha , que es lo que arma la estructura del texto.
“El narrador va a escribir”, dice Barthes, “y ese futuro lo mantiene en un orden de la existencia, no de la palabra. Está encadenado a una psicología, no a una técnica”
Para escribir bien se precisa aislamiento absoluto, noches sin dormir, ideas que no pueden compartirse. Y lo peor es que hay que tratar de buscar las palabras para expresar lo que en verdad no puede decirse. Y tampoco deben decirlo, sino que deben sugerirlo, porque la literatura trata más de lo no dicho que de lo dicho. Escribir se trata de descubrir lo oculto, el revés de la trama caótica de la vida.
Los escritores viven en el desasosiego de saber que tienen una capacidad frágil y preciosa, que puede perderse de un día para el otro si no la ejercitan de buena manera. Tampoco saben si van por el camino correcto, y si este impulso de tratar de servir de antena al inconsciente colectivo tendrá un resultado interesante y no tedioso.
Todos ellos pasan años llenando páginas que muchas veces acaban en la basura. Tomás Eloy Martínez tiene varias versiones completas previas de cada una de sus novelas, “inéditas por malas, habían nacido muertas” . Augusto Roa Bastos mantuvo tres obras sin publicar y arrojó otras dos al fuego, hoja por hoja,“porque a pesar de haber trabajado en ellas durante unos cinco años, eran obras que nacieron fallida.” Gabriel García Márquez confiesa: “Es increíble, pero siempre termino haciendo alrededor de diez versiones diferentes del mismo libro. Una barbaridad”. Ovidio decia "Escribí mucho , pero lo que pensé que estaba defectuoso lo lancé a las llamas , para que ellas lo revisen." Plinio afirmaba en sus Epístolas “El excesivo pulir debilita una obra en vez de perfeccionarla"(“Nimia cura deterit magis quam emendat")
En el mundo de los escritores veremos que hay grandes coincidencias y enormes disensos. En este libro se percibe quiénes de ellos podrían ser grandes amigos y quiénes estarían discutiendo a los cinco minutos de verse las caras. Pero todos ellos insisten en esa búsqueda imperiosa del libro bien logrado. Se les va la vida en eso, porque sólo entienden el mundo si lo escriben.
Un escritor sabe que si logra expresarse bien, logrará que el lector se sienta reconfortado al ver que alguien describió una realidad tantas veces inasible. Dedica su vida a salvarse a sí mismo salvando a otro- el lector desconocido- que disfruta al ver la volatilidad de los pensamientos tan bien anclada a través de ese invento mágico con el que contamos desde hace sólo 5200 años, que es la escritura.
Así visto, pareciera que el escritor realiza una labor solidaria, desinteresadamente humanitaria. Sin embargo, dado que la escritura trasciende el tiempo y el espacio, y dado que quien la realiza se sumerge en un mundo propio con regla propias y tiempos propios, la verdad es que el escritor, hace esto para su propio sosiego y placer. O por el placer de dar placer.
“Ella ( Virginia Woolf) es una mujer afortunada,” dice una actriz en el film “Las Horas”- “¿No ves la suerte que tiene? Tiene dos vidas : la que vive y la de la novela que está escribiendo”.Se escribe para vivir más intensamente la vida .
Ya se sabe que no importa tanto qué se cuente sino cómo se lo cuente. Un libro sin mucho tema puede leerse porque es esencialmente ameno. Pero el escritor tiene, afortunadamente, otra opción, que es la de conseguir y conservar a sus lectores prometiéndoles que algo va a pasar y manteniendo su promesa. Así comienzan el Qujote y La Ilíada . A nadie le interesaría conocer la vida en un monasterio medieval ( “ El nombre de la rosa” , de Humberto Eco) ni la historia de un príncipe de Dinamarca ( “ Hamlet” . de Shakespeare) si el autor no le diera una fuerte expectativa de que algo va a suceder, de que va a mantener y desarrollar el interés de los hechos. Los mejores libros del mundo nos enseñan cosas de manera entretenida.
El ser humano es una especie obsesionada con saber más. Lo que no sabe, lo inventa. Pero, además, es tan perezoso que prefiere ahorrarse este trabajo y que sea otro el que inventa una explicación que complete el confuso cuadro de la realidad. Llegará hasta el final de un libro que les prometa sorpresa y descubrimiento.
“El escritor puede estar seguro de que sus lectores estarán con él mientras que lo que el escriba parezca moverse hacia una conclusión. Mantener un sentido de movimiento, de progreso, es la esencia del arte de escribir.” ("The craft of writing", Prentice -Hall Inc, N.J.) Además, el final debe ser brillante:”La literatura es el fósforo que brilla más en el momento en que intenta morir”, dijo Barthes.
Mantener un sentido de progreso para llegar a un final brillante es un esfuerzo titánico para el escritor más avezado. ¿Por qué inisiten en intentarlo sin tener garantías de lograra la celebridad a través de estos esfuerzos?
“El Arte es generosidad” dice Brenda Ueeland. “Es compartir nuestra obra con los demás, pero no para satisfacer nuestro ego, sino por el placer de que otras personas lo disfruten. La escritura falla cuando no hay generosidad ni intercambio vivo con el lector.”
Rodrigo Fresán suscribe a esto: ”Contar los libros bien , contarlos rápido, contar la esencia de las pasiones quizás sea una de las formas más exquisitas de la piedad”
Los escritores son gente generosa.
También lo son los editores. En 1947, Marguerite Duras entrevistó en1957 para la revista France Observateur a un director literario francés anónimo que afirmaba que lamentablemente sólo se publica un libro cada cien.
Duras le preguntó :

“-¿Cual es el punto en común a toda literatura, buena o mala, el único?
- Escribir es una necesidad feroz, trágica, en los escritores y más, con frecuencia, en los malos que en los buenos. Es un empeño que exige a veces un esfuerzo moral extraordinario. El autor, para realizar su novela, se alimenta no sólo de su ocio, sino de su oficio. Está siempre solo, sobre todo en provincias donde se escribe para salir de la asfixia. Inútil decir que e rechazo es siempre algo horrible, a veces trágico. Rechazar un manuscrito sobretodo un primer manuscrito, es rechazar un hombre entero, recusarlo
- ¿El milagro de un uno por ciento?
- Sí, a veces se lo reconoce inmediatamente, a veces hay que esperar varias páginas, pero es raro.
- ¿Cómo los reconoce usted?
- Por la impresión súbita de tocar una tela distinta .Entonces se experimenta una alegría intensa y temblorosa. No imagina usted lo que puede ser eso. Se avanza en la lectura del manuscrito temblando por temor a verlo decaer, y a romperse de pronto. Cuando se llega al final, se experimenta un orgullo, sí, un orgullo estúpido a decir verdad, porque es el azar el que le ha hecho a uno descubrir ese libro y no a otro. Finalmente, se anuncia a todo el mundo.” ( Marguerite Duras « Outside » Plaza & Janés Mayo, 1993)

También los editores se alegran al ver que otro ha logrado lo que se espera de la literatura: que nos haga vibrar de emoción.

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