En 1919, André Breton, Philippe Soupault y Louis Aragon- directores de la revista Littérature - solían reunirse en “Le Petit Grillon”, un café en los alrededores de la Ópera de París, para conversar, beber , ecribir y planear el próximo número de la revista .
Desde una mesa vecina un parroquiano, noche tras noche, los observaba insistentemente. Cansados de ser objeto de esa vigilancia, le preguntaron: “¿Por qué nos mira así?” Y el hombre les respondió: “Es que me gustaría saber por qué escriben ustedes”. Breton y sus dos camaradas se miraron unos a otros, intrigados: “En verdad...¿Por qué escribimos?”
Sin querer responder ellos mismos, se les ocurrió plantear esa misma pregunta en la edición de octubre de 1919 de su revista .
Recibieron 65 respuestas de escritores franceses famosos de la época. Ninguno respondía lo mismo. Knut Hamsun escribió: “Escribo para acortar el tiempo». Paul Valéry respondió : “Lo hago por debilidad”. Max Jacob dijo “ Escribo para escribir mejor” .La encuesta no pretendía ser algo demasiado serio, y muchos escritores respondieron a tal efecto. Pero cada frase de esa encuesta fue reproducida en infinidad de diarios de todo el mundo.
Las razones de por qué se escribe son tan profundas y misteriosas como los motivos para emprender cualquier acto creador. Pero son quizás más inquietantes ante este la tarea complicada, solitaria y poco reconocida de escribir. ¿Por qué se escribe? No se gana dinero, como haciendo cine o televisión, no se gana reconocimiento como lo haría un médico, no es algo divertido y social como ser director de orquesta o chef de cocina, ni útil como ser dentista o albañil. Hasta es antipático tener que encerrarse en un cuarto diciendo: “No me interrumpan que tengo que escribir”.
Con un libro publicado tampoco es probable que aumente el reconocimiento, sino la envidia de los pares.
Por eso hay que preguntar por qué se escribe.
Porque no se entiende por qué se escribe.
Roland Barthes reconoce que “Escribir es el duro trabajo del exilio: precisa correcciones incesantes y tiene necesidad de horarios demesurados para obtener un ínfimo rendimiento”(“El grado cero de la escritura”). Y cita : “Proust se pregunta :¿ Viviré el tiempo suficiente para escribir lo que quiero? Sí, si sacrifico mi vida mundana para escribir”.
Se comprende que uno quiera sacrificar la vida para asistir a los humildes, para descubrir un tesoro, o para encontrar la vacuna contra el sida. Pero...¿sacrificar la vida para escribir? ¿ Qué buscan los escritores con esta incomprensible obsesión?.
Cada página de este libro busca descubrir por qué se escribe, siempre de manera imprescindible, compulsiva y urgente.
martes, 4 de agosto de 2009
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