Las palabras hipnotizan.
Eso es lo que descubrió la investigadora Christine Kenneally luego de años de estudio de la evolución del lenguaje y su relación con la música. En “Del grito al soneto” ( Viking, New York, 2004), cuenta lo que descubrió decodificando 100.000 sonidos de todos los diomas del mundo. Llegó a la conclusión de que los humanos amamos los sonidos que nos resultan familiares , específicamente los sonidos que nos recuerdan a nosotros mismos.
Las madres de cualquier idioma modulan sus palabras hacia sus bebés en una mezcla entre canto y habla, que regula los estados emocionales de los niños. Gracias a una sabiduría instintiva, según la manera en que una madre le habla a su hijo puede ponerlo en trance, hacerlo dormir o hacerlo jugar, sólo a través de esa música oral.
Ya adultos, seguimos necesitando música para definir estados emocionales, para que nos induzcan a dormir, a apasionarnos, a conmovernos. Podemos hipnotizarnos con al candencia de las palabras.
Dependemos de su música . Es por esto que amamos a algunos escritores: preferimos aquellos que nos hablan con la música que más familiar nos resulta.
Muchos escritores explican que los cuentos narrados en su infancia influyeron en su decisión de imprimir una música semejante en sus propios escritos. Sabiendo esto, Cortázar grababa su propia voz leyendo sus cuentos, y no lograba la versión final definitiva hasta que no sentía que la música de sus textos estaba lograda.
No son pocos los escritores que intentan ritmos musicales con sus textos, que emulan una pieza musical, con estribillos y grandes coros finales. “ Uno improvisa como un músico cuando escribe” – dice el novelista Robert Stone- “y uno se queda con lo que suena bien ,. Del mismo modo que lo gace un músico, detectando la estructira interna de lo que está ejecutando . De la misma manera se compone una novela. Uno detecta el ritmo”.Truman Capote decía que “ el mayor placer de la escritura no es el tema , sino la música interna que logran las palabras”. También el novelista noruego Knut Hamsun decía en 1888 que el lenguaje debe resonar con la mismas armonías que la música: “ El escritor debe encontrar la palabra trémula que captura la cosa , que puede dibujar un sollozo desde mi alma con la mayor corrección“
Un buen texto debe tener la métrica y cadencia de la buena música, de los buenos discursos, de los cuentos de la abuela o del arrullo de una madre. EdgarAllan Poe insistía en la necesidad de poseer un reconocimiento de la unidad de estructura indispensable para la percepción artística. El hablaba de un grado de estremecimiento que ha de permitir que un poema merezca el nombre de tal , y la necesidad de frenar el poema antes de que flaquee, decaiga y genere una sensación de repulsa.Un narrador “ escoge premeditadamente la elaboración de cierto efecto unitario” ,y expone los sucesos “ en aquel tono que mejor convengan para así hallar ese efecto preconcebido”,que es “un diseño establecido de antemano”.
Este efecto unitario que busca Poe no es ni más ni menor que el mentado “tono” buscado por infinidad de escritores antes de sentarse a escribir, sumado al cuidado del tiempo de duración del escrito. Idéntica intención tiene cualquier músico antes de sentarse a componer . ¿Hará una balada , un vals o un chamamé? ¿ Un cuento, una novela o una diatriba? Ni la balada ni el cuento tienen que durar más que lo estrictamente necesario: ni un minuto ni una palabra antes ni después de la perfección. Estamos atrapados por una métrica interna que se concatena a los ritmos del corazón: setenta golpes por minuto. Menos golpes, significa la muerte por inacción. Más golpes, el insoportable agotamiento, la muerte por infarto. Cientos de escritores hacen analogías musicales entre el escribir y el escuchar.
Muchos confiesan escribir “al dictado” , escribiendo la musica que sienten dentro. Theodor W. Adorno encuentra que "algunos acordes de Beethoven suenan lo mismo que la frase de Las afinidades electivas de Goethe : "La esperanza, como una estrella , nos ha bajado desde el cielo "; por ejemplo, en el tiempo lento de la Sonata en re menor , op.13,2.” Y añade “ cuanto esta obra tiene de inconmensurable, se lo debe a la estructura.”. El argentino Rodrigo Fresán reveló “ Bob Dylan , sus frases largas y serpenteantes me hicieron sentir “esto es lo que yo quiero ser a la hora de contar “, la idea del ritmo . Al escribir tengo una actitud más de estudio de grabación que de escritorio. Pienso “Acá pongo las cuerdas , más allá los vientos, acá efectos de sonido “Mis cuentos son muy sónicos . En “La velocidad de las cosas” hubo una influencia clarísima de la canción de los Beatles “A day in the life” , porque sigue la estructura de ese sonido final de orquesta apocalíptica, findelmundista.”
El español Juan José Millás también descubre la relación entre texto y música: “A mí una de las experiencias que más me maravillan es que, cuando escribo un artículo no sé cómo va a acabar.Pero sé que si escucho bien, lo cerraré bien; y si no escucho bien, pues no.El efecto se produce y el lector siente la más plena satisfacción. En esta definición se condensa toda la poética de Poe respecto al cuento. Es la definición, si te fijas, de un orgasmo; y le viene muy bien al cuento, porque un cuento tiene el tamaño de un orgasmo. Un orgasmo del tamaño de una novela sería insoportable.”
martes, 4 de agosto de 2009
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2 comentarios:
Excelente tu blog. En este artículo podrías agregar palabras de Murakami.
thank you
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