martes, 4 de agosto de 2009
¿ Quien quiere ser un best seller?
El escritor ingles Edmund Waller fue tan famoso en 1645 que su colección de poesía fue reeditada cuatro veces y vendió 20.000 copias de sus escritos políticos en un solo día. Mientras el editor se llenaba de dinero gracias a Waller, en el mismo año se arriesgó a publicar la poesía de un poeta desconocido. La editorial siempre lamentó haberlo hecho: le llevó 30 años liquidar la primer edición de ese ignoto libro de poemas. Ese poeta era John Milton . Pero hoy en día, nadie sabe quién es ese famoso Waller.
De abril a agosto de 1954 el mexicano Juan Rulfo escribió de un tirón “como si alguien me lo dictara” trescientas hojas de una novela que, durante muchos años, “había ido tomando forma en mi cabeza”. En marzo de 1955 apareció en una edición de dos mil ejemplares del Fondo de Cultura Económica. El editor del Fondo escribió una reseña feroz contra el libro por él publicado. Cuando Rulfo le pidió explicaciones por tan espantosa crítica, su editor y crítico le dijo : 'No te preocupes, de todos modos no se venderá': “Y así fue: unos mil ejemplares tardaron en venderse cuatro años. El resto se agotó regalándolos a quienes me los pedían..Treinta años después, el producto de mis obsesiones sería leído incluso en turco, en griego, en chino y en ucraniano.” Y agrega: “El mérito no es mío. Cuando escribí “Pedro Páramo” sólo pensé en salir de una gran ansiedad. Porque para escribir se sufre en serio.” Ejemplos como este abundan en la historia literaria. Algunos lo explican diciendo que Milton o Rulfo no escribían para su época ni para el pueblo, sino para unos pocos que pudieran entenderlo...en el futuro. “A los “grandes” escritores sólo se los ve con la lente de los siglos”, afirma Walter Benjamin. En los años 1700 , Jonathan Swift se consolaba diciendo: "Cuando u verdadero genio aparezca en el mundo, lo sabrán porque todos los tontos se complotarán contra él”. Lo cierto es que hoy en día un escritor no es ignorado por ser bueno o por ser malo, sino porque es escritor. Porque demasiada gente escribe sin que se le preste mucha atención.
Nadie es feliz en el mundo literario: los escritores premiados quieren ser best sellers. Los autores de best sellers quieren ganar premios. Los verdaderos escritores son los que prefieren contar palabras antes que contar dinero. Pero si el dinero viene por añadidura, bienvenido sea. Mientras tanto, los autores más exitosos de nuestra época viven justificándose penosamente en cada una de sus entrevistas, a sabiendas de que en el mundo literario, primero no sos nadie, y después te odian.
El exitoso Jorge Bucay se preocupó hasta el 2006 en explicar que él no es un escritor, sino un terapeuta que escribe. Y a partir de este año deberá explicar cómo , entonces, ganó 360.000 euros en el segundo mayor premio de España. Paulo Coelho se muestra como humilde consecuencia del azar, y es un benefactor de los habitantes de las favelas cariocas mientras vive en la campiña francesa. Federico Andahazi confiesa que no le importa sentirse rechazado por sus colegas; J. K. Rowlings se presenta como la pobre madre soltera escribiendo a Harry Potter en un bar de Edimburgo; Isabel Allende habla en sus novelas del Chile del pasado, sabiendo que en el Chile del presente no la quieren demasiado. Y afirma: “Me siento muy solita, no pertenezco a ningún club, a ninguna de esas complejas relaciones que los escritores establecen y en las que unos se apoyan en los otros, se inflan los unos a los otros. Eso se nota mucho en Chile, donde las páginas de literatura del diario El Mercurio están manejadas por cuatro o cinco escritores que siempre están echándose flores los unos a los otros. Los que no pertenecen a esa pequeña mafia no forman parte de ese movimiento literario“.
Algunos autores de éxito toman su suerte con ironía, como Robert Benchley cuando dijo “me llevó quince años darme cuenta de que no tenía talento para escribir, pero no pude abandonar el oficio porque para ese entonces ya era demasiado famoso.”Otros, ácidos como Mickey Spillane explican el tema diciendo que los grandes escritores comerciales “simulan ignorar que los maníes salados se consumen más que el caviar“. El escritor chileno Roberto Bolaño dividió a los colegas en escribidores y escritores. “Una escritora es Silvina Ocampo. Una escribidora es Marcela Serrano. Años luz median entre una y otra.” Para muchos, es intolerable pensar que la literatura comercial venda tan bien. Don Marquis dijo al respecto: “Si quieres hacerte rico escribiendo, escribe para la gente que mueve los labios cuando lee en silencio”.
¿Qué significa ser un best seller? ¿Significa vender literatura chatarra para los cultores de la incultura, o tener una antena agudamente sintonizada con lo que la sociedad actual quiere leer?
Goethe decía con mucha modestia:"Si hubiera sabido la cantidad de grandes libros que había en el mundo no me habría ocupado de escribir , habría hecho otra cosa." Menos mal que nadie sabe que cantidad de grandes libros hay en el mundo. Que ningún escritor lo sepa, así nadie deja de escribir, ni lo profundo, ni lo comercial, ni lo banal, ni lo lleno de estilo. Toda literatura es precisa, aunque sea para llenar la mesa de saldos a la que tiene acceso la mayoría de lectores de ansias gordas y bolsillos flacos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario